Poesía / Bolivia

Poesía
La poesía de Paura Rodríguez Leytón (Bolivia, 1973) es un soplo que agita corazones. Ritual excelso y ofrenda para oídos inquietos. En su contextura vierte el rigor del arte escrito, contiene la fuerza de toda expresión proveniente del espíritu. Sus poemas emanan del cieno, y se resisten al olvido: “De barro / son los ojos que me invaden, / son de silencio / los pasos”. Son un canto a favor de la memoria. Nacen y se desarrollan desde un lento retornar en el tiempo, en donde el fuego habita con el temor de las noches.
Cada trozo lírico asume la condición de escape y de retorno “a la infancia del árbol”. Con soltura nuestra autora ejerce el oficio de decir las cosas desde la lluvia, desde el recuerdo, desde los sueños permanentes, desde lo más hondo del misterio humano. Ella calla para escuchar el susurro del verbo, el latir de cada sílaba. Queda la imagen del geranio, la ceniza y las piedras. Paura escarba las palabras, a partir de sus inquietudes legítimas que tendrán posterior signo literario, no obstante, aquellas palabras huyen, ante lo cual, la misión de la poeta es devolverlas al lugar de origen o de partida. Con llaga y certeza en las manos la vitalidad de lo indecible se torna en producto poético. De su poemario Ritos de viaje & Pez de Piedra (El Ángel Editor, Quito, 2024), comparto una selección de sus textos para la revista El Pez Soluble, persuadido de que “[…] habrá poesía / para tenernos de nuevo / en el fondo de un jardín amarillo, / jugando al olvido, / a los viajes continuos”.
Aníbal Fernando Bonilla
Del tiempo
Lo que pasa
es que no sabemos para qué andamos
pisando hojas
murmurando ojos
gritando gritos callados.
—————————
La última transparencia de las velas
ha dejado una huella en tu sombra
tal vez,
sería mejor ser un papel blanco
inconcluso.
—————————
Hay más espacio
para unir las flores,
las lomas, el incienso
y todavía
no estamos listos
para bailar
la ronda de las piedras.
————————————-
Las velas contarán el incendio del agua
que nosotros no entendemos.
————————————-
¿Cuál es el fuego?
No importa,
a esta hora de los borrones
el humo baila camuflado entre palabras
entre cantos que no atrapo.
——————————
Dormí con unos versos en los labios
la noche, los tranvías
el rincón de la almohada
olvidaron las sílabas.
———————————
No pediré flores
miraré los muros gastados,
el verde dibujado.
Del polvo
¿De qué lugar vendrá esta leña?
rastro de visitante tardío
que arrebata
las olas.
Hay un solo cuerpo
coronado
por la espera
visitante de las últimas cenizas.
El primer fuego arderá
la noche
de tierra
húmedos los huesos
se abrirán abismos
en el muro de sal.
Moriré al miedo
buscaré entre las piedras
un trozo
de tiempo.
———————–
Al cabo de muchos sueños
siento que estamos a punto
de no ser.
Presiento tu soledad en el aire
en la densa bruma
de tu aire.
Es como algo que cae
al río incontenible de mi sangre.
No hago nada
por evitar el vértigo
que diluye mi sombra
cuando bebo un poco
de agua.
Adivino tu presencia
en el remolino invisible
que desnuda mi ausencia.
Alguien traerá la brisa
me indicará el lugar preciso.
———————————-
Conmovidos por la clara
espesura del alba
hemos puesto a prueba nuestro destino.
Caerá la lluvia
por precipicios olvidados
derramando su humedad entre tus manos.
Yo,
me abrazaré a una estatua de arena
no seré sorprendida
escarbando la basura
en busca de la palabra.
Espero algún signo
que me lleve de regreso
a la infancia del árbol.
———————————
El prólogo
no importa.
Las luces parpadean
y una sombra se pierde
calle arriba.
Después de todo
las páginas se cierran
sin escuchar las tonadas
que en nosotros
retumban.
Se entrecruzan los colores
nace un lirio
blanco,
efímero,
eterno.
————————————-
¿Dónde acabarán estos días?
¿Al final de la línea del tren?
¿En el último sorbo de agua?
¿Qué luces beberemos
para curar nuestra ceguera
y marchar con el alba
al otro lado del tiempo?
———————————
Puede ser
el final de un poema.
Piedra
dormida
sombra hecha leña.
Camino por sendas
soy un recuerdo.
Miro al otro lado
de la vieja puerta
deshilvanando el misterio
de la hierba.
—————————–
Justo ahora
cuando la palabra ya no cabe
el eco
de alguna flor amarilla
ha dejado de caer.
¿Acaso seremos lluvia?
Piel turbia de recuerdos.
Nada se escucha a esta hora.
Los rumores
han perdido la memoria.
Sombras
pasos oscuros.
Lejanía de algún instante claro.
Pez de piedra tres
Este es un intento
de caer al fondo de la soledad más pura:
el de no hablar.
La forma de los atardeceres me hiere,
me alegra su color tardío
cercano al vientre,
cercano a cada latido que comienza a encenderse
por las calles
extrañas y propias.
Sueños remotos me llaman,
esperan.
Tendrás tiempo para tomar el té,
vendrá el calor,
vendrá la lluvia,
vendrá el olor a tierra mojada.
Tus flores
se duermen
en pequeños sueños
eternos.
Los días son como un pañuelo bien planchado
donde las moscas no se atreven.
Busco algo que ocultan mis manos:
una pequeña pieza de relojería
anterior a nuestros huesos
que ahora sólo existe en el paladar,
como alguna melodía,
como voz providencial.
Los musgosos tejados consumen la ventana.
Hablas sin repetir los miedos,
sin mencionar las treguas
que nos damos
cuando el río ya no llega,
cuando hay un montón de piedras para jugar,
para imaginar tormentas,
para esperar la hora del té
con trozos de pan
de las manos de un ciego.
Es aquel olor a libros,
(a polvo de antes)
el que ya no está,
el que ha desaparecido para siempre.
Amo los geranios,
las piedras,
la luz temprana que guarda los silencios.
Después de los rumores:
una hoja muerta,
unos pasos confusos por andar y desandar,
unos fuegos apagados,
una silenciosa partida.
Ahora, un miedo remoto cosquillea en mis oídos.
Y habrá poesía
para tenernos de nuevo
en el fondo de un jardín amarillo,
jugando al olvido,
a los viajes continuos.
Los días retornan de un lugar intacto,
como frutas dulces que acarician tus ojos.
¿Qué será de estos huesos que ignoro,
que no veo,
que son como mi alma?
¿Qué será de mi alma que ignoro,
que no veo,
que es como mis huesos?
¿Acaso habrá una forma de llegar al agua,
de romper los muros sin estruendo?
Huye la palabra como un pájaro asustado,
desaparece
como desaparecen sus huesecillos misteriosos.
- Melvyn Aguilar
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Paura Rodríguez Leytón
(Bolivia, 1973). Autora de siete poemarios. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía convocado por el Gobierno Municipal de Sucre (1999); el Segundo Premio Internacional “César Vallejo” de la Casa del Poeta Peruano en Londres (2006); la Medalla al Mérito por su aporte literario concedido por la Unión Boliviana de Clubes del Libro (2013); el Accésit del Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador” en Salamanca (2017); y, la Medalla Fray Bartolomé de las Casas en México (2022). Sus poemas han sido traducidos a 17 idiomas.
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