La voz poética de Yrene Santos no necesita de presentaciones marinadas en adjetivos grandilocuentes, pues ya su poética goza de reconocimiento, de una trayectoria significativa y de un lugar privilegiado dentro de la diáspora dominicana y latinoamericana en los EE.UU. Su palabra se vertebra sobre la profunda conexión con sus raíces dominicanas, las voces de esa genealogía femenina que ha construido mediante referencias culturales y literarias e imágenes vívidas y experiencias personales (desde la maternidad hasta su propio reconocimiento como mujer en todas sus aristas). En la poesía de Yrene Santos se contiene y se esparce una fuerza poderosa que resuena con autenticidad y emoción, y que explora temas identitarios, de pertenencia y de las complejidades de la existencia diaspórica y del ser humano en general.
Juana M.Ramos 

Inolvidable

A pesar
     /de las casi tres décadas
que han corrido
      /voluntarias en la casa,
en el hueso
 /que guarda las memorias
la fresca juventud
             /de los tres partos
se mantiene intacta.

Viaje hacia atrás

Desandaré los caminos
                   /ya andados
y así
volveré felicísima
al dolor de cada parto.

Partos infinitos

Salieron de mi vientre
entre besos interminables
desde el iluminado instante
           /en que fueron concebidos
En sus diminutivos piesecitos
se respiraba el júbilo del agua
         /donde nadaron por meses
Su primer grito,
delgado pero fuerte
se quedó en mis oídos
          /y fui otra desde entonces
y por mis senos,
me salía el amor a borbotones
empezando así,
a tocar las puertas
donde quienes las abrirían
                             /serían ellos,
los que parí con dolores
intensamente deseados.

Ilusión

Encima de esa piedra
un pájaro espera
      /pacientemente decidido
el momento exacto
       /para desplegar sus alas
y en círculos
anunciar los abrazos
los besos
y ese nuevo amanecer
     /que ondeará el espacio,
cuando esta
y todas las fronteras
               /sean derribadas
y el mundo sea
un sólo corazón.

No hay nadie persiguiéndola

No hay nadie persiguiéndola
a esta hora
ni en la otra
ni en la de antes
Solo ella
ella misma
se persigue debajo de la lluvia
en la oscuridad que camina para
      /buscar lo que no se le ha perdido
para encontrar
           /lo que no ha buscado en años.
Persiguiéndola
no hay ni un solo hueso
ni un solo pulmón
respirando con la fragilidad
                                       /de la espuma
que se esfuma en un segundo
se persigue
Ella
ella misma
con la misma sombra
                             /que lleva a rastras
con la misma sombra que huyó de sí misma
               /para no sentirse rastreada,
vigilada, perseguida
por esa forma existencial
                          /en la que vive esa mujer
Ella
la que se aferra a ver edificado
                                               /el paraíso
que ella piensa
es el mejor para todos los que ama.

No hay nadie persiguiéndola
aun cuando se acuesta
con esa esperanza que no muere
Escucha a Ramazotti,
a Bocelli y a Pausini
y va hurgando entre los huecos
                /que se han ido agrandando
con todo lo que piensa
mucho más a medianoche
Entonces,
llueve adentro y afuera de los ojos
y en el corazón
una competencia de saltos
se ahoga en un inmenso mar
se desprenden y caen
             /en el útero como una piedra
y las manos no alcanzan
                    /para debilitar ese dolor
rendida queda
rodeada de esos mundos
que viajan sin parar dentro de ella.

Tiempo

Despierta el día
con el poema que canta
al regreso de su sueño.

Corre el día
mientras ensarta la aguja
que cose el llanto
por su abandono.

Al mediodía decide pararse,
ir a la cocina,
en cada recipiente
                  /habrá suficiente amor
para preparar lo que le gusta
luego, se sentará a la mesa
la que ha preparado con todo
                      /lo que nunca se usa
Era costumbre dejar esas vajillas
                                      /y manteles
solo para cuando llegaran
                                       / las visitas
Desde hoy
ha decidido visitarse ella misma
ser visita cada vez que se sienta
                                      /en su mesa
pondrá un minúsculo jardín, una luz,
                                    /un incienso,
una música
              /que llegará suave a ese altar
donde alimentará el cuerpo,
     /el alma, los recuerdos, los sueños
y esa libreta que siempre la acompaña
para ser testigo, de todas sus batallas.