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Una muestra de libro / Aproximaciones a la nada

Poesía

UNO

Uno es eyectado del vientre de su madre
como tiro de cañón,
lanzado del útero al éter,
a la luz de los colores y los géneros,
condenado a ser una ruina
que debe levantarse
sobre sus pies temblorosos.
Uno es una sombra arrojada al suelo,
urgido de mamar la leche mundana,
con las uñas enterradas en un poema
o en la enigmática
inmaterialidad de la memoria.
Uno es la pieza que no faltaba,
destripa la ausencia una y otra vez
llora amargamente y ríe sin cautela,
hasta que un día
observa el vacío
y se da cuenta que no tiene
más que una tarde oscura,
con olor a retirada,
con sabor a pechos de mujer,
marcada

bajo el único signo
que queda a la vista,
                  la espera.

 

IMÁGENES CON FINES ILUSTRATIVOS

Arriba, los ojos divisan ovejas de nieve, palmeras en playas de algodón,
cabelleras largas. Bocas que exhalan panes, trigo que crece con aliento de
encuentros intangibles en un océano quebradizo, que se expande. Confidencias,
paisajes traslúcidos, disparos de parásitos sedientos de almas.
Abajo, las manos en los árboles palpan su corteza; un pedestal donde la luna
vela, trasnocha, posa.
Un bar distorsiona la periferia. Adentro, vuelan las mesas, una mujer me ata a la
silla, escucho su voz, nazco de su vientre, me diluyo en humo.
Pienso. Todo es nuevo o todo es vano. Me detengo ante los sucesos, mientras
avanzan desde los dedos a la huella de la nada.

 

LOS CANTOS PÁJARAN

Las manchas descienden
por ventanas
donde el firmamento
arroja sangre de pájaros.
Un pájaro
es sangre seca.
Esqueleto sobre el pasto,
suspiro frío,
papalote sin aire.
Dioses paganos
habitan su médula,
transforman
su pecho en vidrio.
Ignora el tiempo, sus plazos,
los árboles que ascienden.
Un pájaro
es una hoja.

No tiene semejanzas
no sabe quién es
no le importa.
En esta ciudad los edificios
pajarean.
La tarde vomita silencios
sutiles, honestos.
Apuñala el luto
de un canto imaginario.
Nunca sabrá que ha muerto.
Un pájaro
solo es humo

 

TEATRO NEGRO

Desaparece la realidad
en la penumbra de Praga.
Invariables símbolos,
apuntes de hechiceros,
animales traidores,
comediantes,
se niegan a sí mismos.
Olvidan
las verdades que sobran.
El mundo es un pájaro
que flota
en la oscuridad.


 

YO, “LA NADA”
AIN, A NI

Por Melvyn Aguilar

 

…Hay un posible que le es posible a todos los posibles…
Heidegger

 La Nada es de donde se nutre la poética de González, pero cuidado porque la ausencia de algo, en determinado espacio y tiempo, no significa necesariamente su inexistencia.

Nada es indiferente, en tanto todo expresa algo, y por tanto, todo es significativo, todo está de algún modo relacionado y ninguna forma de realidad es independiente. La existencia no es más que una secuencia no ordenada de sucesos y experiencias que acontecen en esa región intermedia entre el cosmos y el caos. La nada, el vacío, fisura, grieta que verifica la transición y la trascendencia, conducto del mundo de la manifestación –espacial y temporal– al de la eternidad.

…nos amortajamos con palabras, / nuestra partícula elemental, / nuestro deber de olvido, / nuestro pez / con el mar / detrás de sus ojos…

La propuesta de Saúl González está edificada a partir de tres sugestivos y colosales subtitulares que conceptualmente soportan el peso de sus hallazgos poéticos, contrafuertes que contradictoriamente existen a partir de materialidades etéreas: lo menor, el humo, lo vaporoso, en contraposición a una suerte de requerimientos simbólicos: la sangre, el pensamiento –como acción de la criatura humana–, Dios; recursos desde donde el poeta construye y edifica antinomias para hablarnos de la existencialidad.

González, la propuesta de González, es estrictamente existencial, sus abordajes de alguna forma nos remiten a Heidegger por cuando –en algunos de sus poemas– resuenan los ecos de aquel constructo, en donde  la “Nada” recobra significancia, pues sobre ella reposa o se asienta el ser y en donde la angustia y la pesadumbre son el estado emotivo fundamental de la existencia.

Con la mirada al frente / la tierra se enfrió bajo nuestros pasos. / He aquí que estamos,

tenemos hambre,  /arropados bajo miedo y zozobra, / aprendemos de caducidades

impenetrables, / oscuras.

También revolotea en su poética los operadores dialéctico de Jean-Paul que visualizan a la  “Nada” como la negación de un ser que –permite o da lugar– a la existencia de otro u otros seres posteriores.

Nos explotan en los ojos / astros que se sacrifican por nuestro nacimiento. / Cúmulos de civilizaciones perdidas, / incipientes, nonatas, / nos antecedieron. /Prepararon el aire /en el que nos permitimos la nostalgia.

Hay en su poesía evidencias claras de una aflicción apabullante, un dolor primario que  martiriza al poeta.

Uno es eyectado del vientre de su madre / como tiro de cañón, / lanzado del útero al éter, / a la luz de los colores y los géneros, / condenado a ser una ruina / que debe levantarse / sobre sus pies temblorosos.

Es como si el poeta nos hablara de un lugar trágico donde se padece el haber sido arrojado a un sitio indomable y confuso que dificulta “el ser posibilidad” en un  ámbito configurado para todas las posibilidades, pero en donde lo significativo debe ser ordenado para sobrevivir al caos de ese espacio cuya naturaleza es vacío “la nada irrealizante”.

Uno es una sombra arrojada al suelo, /urgido de mamar la leche mundana, / con las uñas enterradas en un poema / o en la enigmática / inmaterialidad de la memoria.

Al poeta la existencia le duele como un naufragio, como una tortura, pero pese a todo la transita rumiando las distancias, con sus huesos sellados de muerte y desencanto, circula con la sensación de no estar vivo. Circula y sucede.

En la segunda parte González da un giro metafísico, y se plantea lo corpóreo como un estado parcial y efímero de la existencia,  una circunstancia del ser en donde la vida es un ligero y fugaz estado de concatenaciones, sucesos y accidentes cruzados, significados por formas objetivas y en donde la muerte es tan solo un  tránsito. No se paraliza el poeta en tanto comprende que detenerse es dejar de ser posibilidad. Por eso mismo le habla a la muere, la mira a los ojos  preguntándole: ¿Sos vos la pálida puerta creada?

…Seremos uno, eso es inobjetable / y es posible que entonces nos asombre que ya hemos sido un trozo de tu nombre / en un tiempo lejano e insondable en el que fuimos parte de la nada, / antes de nacer y de ser substancia. / Sos vos la pálida puerta creada / para recordar esa circunstancia: / que una vez fuimos y seremos nada, / ascenso del humo, olvido y distancia…

Aquí, el poeta recurre al simbolismo hablándonos de pájaros y  ríos, para acentuar la idea de lo efímero y fugas de la condición humana y del humo como símbolo eje [valle-montaña] / relación [Cielo – Tierra],  columna vaporosa como vínculo y camino a  la sublimación, trasformación, crisis, metamorfosis, cambio de forma, alma separándose del cuerpo, estado alterado de la existencia. La Nada, el A ni como región del ser absoluto.

…Un pájaro es sangre seca… /…Un pájaro es una hoja… / Un pájaro es humo… / Nunca sabrá que ha muerto.

A veces sus recapitulaciones recurren al [mundo-parábola] y nos susurra con ternura las intuiciones del “materialismo real” del viejo y sabio Watanabe en donde la observancia de la naturaleza ocupa un lugar esencial en la reconfiguración de la relación entre el sujeto y su entorno como posibilidad de objetivar sus propios conflictos.

…Las tortugas / tienen el corazón de arena…

…Condenadas a la infamia / de un ser concreto…

nos dice el poeta González en su texto “El difícil comienzo de la tortuga boba”, donde nos sigue hablando a cerca de ese tránsito perpetuo e indómito que se llama nacimiento, existencia, de esa encrucijada donde nada sucede y sucede todo, incluso el amor.

Y es así que en el tercer estadio de “Aproximaciones a la nada”, un Saúl González más intimista nos lleva al amor como  epílogo de la muerte y al desamor como accidente vital, en donde el ser se desvanece y se recrea con la noche, el silencio, la perdida y la soledad y en donde los objetos de deseo son siempre una contigüidad.

La Nada como condición abisal de la existencia, como océano dinámico y catalizador del ser, [espacio-tiempo] donde todo es y nada se concreta porque todo vertiginosamente se trasforma.

Aquí el poeta recurre a la sangre y el vapor como símbolos, en donde el color rojo de la primera se corresponde y apela en el orden de lo cromático y biológico como final de una serie que tiene en su origen en el amarillo de la luz  solar y en medio, el verde de lo biológico.  Y en donde la evaporación remite a la sublimación de la vida, ciclo dinámico en donde el agua se condensa y retorna a la tierra como liquido fecundante de carácter acuático y celeste.  Lao-tse decía: “Si circula por la altura, origina la lluvia y el rocío. Si circula por lo bajo, forma los torrentes y los ríos. El agua sobresale en hacer el bien. Si se le opone un dique, se detiene. Si se le abre camino, discurre por él. He aquí por qué se dice que no lucha. Y sin embargo, nada le iguala en romper lo fuerte”.

 Encontrara el lector atento en  “Aproximaciones a la nada” poesía circular, profunda en su simpleza, arraigada a la tradición y finamente elaborada desde la emoción como disciplina.  

Melvyn Aguilar
Desde el Zoo
San Salvador, El Salvador
19 del 11 de 2019

 

Poesía costarricense / 4 Textos de Aproximaciones a la nada / Saúl González …Soy mi único recuerdo. La combustión de mis datos. Sé que el amor es una forma de olvido. No sé más….
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Saúl González

Nació en San José, Costa Rica, (1977). Pero vivió su infancia en Barrio Santa Cruz de San Isidro de Heredia. Es abogado y notario público. Ha colaborado con la revista Conjetura y la revista de poesía El pez soluble. Su primer libro de poemas, Aproximaciones a la nada, publicado en méxico por el Fondo Editorial Opción.

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