Rizoma (2024) titula la plaquette de Sara Montaño Escobar (Loja, 1989), publicado en formato digital por Periódico Poético, de México, en su colección “Piedras en los ojos”. Un conjunto de veintiún poemas que tratan sobre el estado del ser humano, más allá de la lógica común y las convenciones. Una aproximación a la animalidad, a la rareza de los hechos y a la simplicidad de las cosas. No hay velo postizo en los versos elaborados, sino una exteriorización genuina de las dolencias más intrínsecas, con ironía y saña escritural.

Lo humano se confunde con la bestialidad y la imperfección de la razón. Textos diáfanos, pero también sumergidos en la oscuridad. Desde ahí precisamente se escabullen las grafías a la superficie profana. Antes que contemplación o exaltación lírica, lo que cabe es una descarnada introspección del yo, que no busca elogios, y menos, compasión. El desamor se perfila en su registro salvaje: “Mis lágrimas son un sarpullido que queman tus besos”. Asimismo, el rastro familiar como afecto extinguido o cuestionado en torno a la frágil recordación.

Textos heridos sin piedad alguna, sustraídos de la médula del corazón inerme, ya que es “preciso amputar la raíz del alma”. Textos humedecidos de sangre, de ríos caudalosos que van a la deriva de las ilusiones devoradas por la noche inmóvil. Ojos de búho observando el precipicio. Sensación de soledad en el rincón furtivo de nuestras intimidades. Ya que, desde la soledumbre, la autora bosqueja estas líneas que poseen coraje y estremecimiento. Hay un lenguaje de indignación, cuyos códigos nos llevan a intuir sobre la escritura de una primera persona que explora a partir de la feminidad, con una resignificación histórica, reflejada como grito y furia: “Somos la basura que hicieron de nosotras / Nos desechan en una carretera como criaturas expulsadas del infierno”. La manera persistente de demandar una esquiva equidad de género: “Y ya nunca más los hombres serán fuego. / Solo una cerilla que descansa entre mis manos de nieve”.

De Rizoma se ha seleccionado los siguientes poemas en prosa, unos, fragmentos cortos, otros, provenientes de la derrota, y en pro de la búsqueda de la senda adecuada que conduzca a ese horizonte anhelado, a ratos, evasivo.

Aníbal Fernando Bonilla

LA MEMBRANA

Qué maldición hacer de la tristeza
poesía.
Qué horroroso que no baste con decir:
“Estoy triste”
y tener que inventar un mundo
o nombrarlo para hablar de eso
indefinible.
Qué maldición estar triste
y que todos los poemas
solo rodeen el fuego.
Solo lo invoquen.
Qué maldición que estar triste
sea solo un nuevo sacrificio
para un poema que se llenará de sangre,
de vísceras,
y que alguien mirará hermoso
mientras todo adentro,
todo,
realmente se pudre.

ACTOS DE SOBREVIVENCIA

Cuando estuve deprimida contrataste Netflix porque no sabías cómo ayudarme. También compraste un sapito y compusiste una canción de cuna. Amar es este intento desesperado que hacemos por salvar a alguien. Yo tomé pastillas y entendí que el amor propio es un antídoto contra el vacío que corre como ratones en el pecho. Hice de lo que me rodeaba un acto de sobrevivencia. Como si el mundo fuera un ternero que yo alimentaría con mis manos y al que asesinaría cuando el hambre de la tristeza se hiciera presente. Yo tomaría el corazón de la belleza y haría de ella un performance del absurdo que nos mueve. Vos sigues buscando en tu cuerpo los motivos para que yo viva. Cosechas maíz que algún día alimentará a las gallinas que degollaremos para demostrar que todo está perdido. Entonces, haremos del huesito de la suerte el último intento desesperado por creer que la bondad es la que nos sostiene y no ese precipicio en el que ahora mismo pendo con una mano

FRAGILIDAD

Tenía que hundir las manos en la tierra, llenarlas de lombrices,
revolcarme en el lodo, cubrirme con la suciedad del estiércol,
exhalar un grito de dolor y de nostalgia.
Quedar tendida sobre el pasto, boca arriba, gritar al cielo mi
desdicha y esperar la voz de dios o del destino.
Tenía que quedarme ahí, observar la luna y su cara de madre
afligida y más allá el brillo estático de las estrellas.
Llorar y llorar en el desierto de la noche, amparada en el sonido
inocente de los animales, que no consuelan, no abrazan. Solo
existen.
Y así, solo así, desnuda de alegría. Derrotada por el holocausto de la
vida. Moribunda de pena. Destruida.
Solo así, romper en llanto y diluirme hasta ser el espacio, morir
vencida, solo una mortaja de mi existencia. Ni siquiera un recuerdo.
Solo la bruma.
Y solo así decirte adiós. Y morirte. Y morirme y dejar sobre el suelo
nuestros despojos.
Y dejar ahí lo que un día fuimos.
Y solo así, poder irme despacio por la senda oscura de un nuevo
comienzo.

RUTINA

Caer.
Caer
dentro de la rutina.
Hacer del aparato digestivo
la causa de la sobrevivencia.
Engordar.
Tocarse el pubis inflamado
y desear que el aparato femenino
también sea una fruta
para comernos públicamente.
Comer, engordar
y el placer,
siempre a solas:
Fruta prohibida.

RIZOMA

Leo poemas.
Un ser nos persiste dentro del lenguaje.
Un ser que conoce nuestro dolor
y lo dice con palabras de este mundo.
Escribo poemas.
Entre mi creación y mi yo
hay alguien que me desconoce.

MADRE.
NOS ASESINAN A DIARIO.

Nos asesinan y disponen nuestros pubis como mandarinas que se
comen a gajos. Extraen nuestras semillas y las arrojan en macetas
sin tierra.
Nuestros hijos son pepitas que nunca germinarán en la placenta
que ahogará renacuajos no deseados.
Hacemos el funeral de lo que fuimos/mitigamos la culpa mientras
se comen nuestras caderas y las arrojan encima de las fauces de
perros llorones.
(Los perros nos huelen y piden perdón por la bestialidad de sus
amos.)
Chupan nuestros líquidos como alcohol barato.
Extraen nuestros dedos con los que limpian cada uno de sus
dientes.
Nos sacan/nos meten/hasta que nos llevamos toda su basura
/somos inservibles/
/Somos la basura que hicieron de nosotras/
/Nos desechan en una carretera como criaturas expulsadas del
infierno/
/Somos propiedad pública/ estadística/histeria colectiva de úteros
sangrantes/
/Somos una niña que se toca la entrepierna y llora su designio/
Nos siguen llorando. Nos siguen matando. Siguen abrazándonos y
rompiéndonos por partes iguales.
No hay culpables…
Nosotras yacemos en el piso, buscando el dios de una biblia, que
no haya sido escrita por hombres.
Nacimos muertas, madre.