XXI

Espalda de pájara encendida
como Eva en el desierto,
vientre en la desnudez de los sentidos,
senos que amamantan
la luz del mundo.

XXIV

Mujeres que surcan la cueva
desde el gozo pendiente,
desde el delirio de la carne violeta,
desde la tímida primavera con olor a manzanilla,
desde la mano gitana, como oculta promesa,
desde el apetito inconfesable,
desde el deleite como melodía de lluvia,
desde la sórdida aventura
que advierte el crepúsculo.

De Íntimos fragmentos, Aníbal Fernando Bonilla, El Ángel Editor, Quito, 2019.

Acecho

Una mujer de cabello largo y aturdido
acecha en las horas perdidas
con la intensidad del mar
con la inclemencia del tiempo
con la prolongación de los días desolados.

Una mujer de mirada taciturna
cuya melodía se asemeja a la nostalgia celeste
cuya sombra se enfrenta a la rutina de lunes.

Una mujer que huye del fuego,
de la furia del viejo leopardo,
de la pasión observada
sigilosamente
en los espejos clandestinos
de las habitaciones anónimas.

Una mujer en espera del rastro auténtico
que sacuda el polvo del desamor.

Mientras tanto,
aguardo silencioso
aquel abrazo furtivo
aquel beso hambriento
de labios ajenos.

Mujer de maíz

Mujer
desgranándose como maíz silencioso
con lágrimas del tiempo
y el vértigo de la insolencia.

Mujer
gitana anónima
que inventa el futuro
leyendo líneas de las nubes.

Mujer
águila invencible
surcando el cielo oscuro
de las bestias
anticipando el Apocalipsis terrenal
en la fría catedral
de los fariseos verdaderos.

Mujer
lluvia abundante
en el desierto masculino
nodriza de fertilidad
ante el espasmo de la muerte.

Mujer
luna solitaria
que viaja cómplice
de madrugada
entre el sueño
y la bienaventuranza
de la carne.

Mujer
ternura en la sinfonía dulce
como brevedad de vida
y susurro en la penumbra.

Mujer
criatura libre
que recibe bofetadas
en la celda
de la estupidez humana.

Mujer
poesía
que decanta
con su verbo
con su velo
con su beso
la esperanza de los días.

De Oda en plenilunio y balada del ángel, Aníbal Fernando Bonilla, El Ángel Editor, Quito, 2012.