Poesía
Noticiero
He recibido mi dosis personal de violencia.
Casi cuarenta minutos frente al televisor
para que los presentadores – él vestido de frac
ella con un atuendo muy clásico –
me dispararan la ráfaga de atracos
de ataques con ácido
de accidentes automovilísticos
y de asesinatos pasionales
con que los reporteros han coronado el día.
Él, con gesto adusto ha anunciado
el desmonte de una estación espacial
cuyos fragmentos comienzan a caer
en cualquier lugar de la Tierra.
Ella, impasible, habla de la corrupción
de los efectos del desfalco en el erario.
El raponeo, las bandas de sicarios
las pandillas y la violencia policial
han sido incluidos entre las notas del día.
Frente a esto, yo, televidente de ocasión
apago el televisor antes del reporte internacional.
Evito ver lo anterior llevado a escalas mayores
tal vez al estado de guerra total
en que quizá el mundo se encuentre.
Me prohíbo pensar en las calles
en los orates y sin casas que las habitan.
Pienso en la franja de farándula
con que el noticiero culminará
este trágico inicio de mi jornada laboral.
Esta primera dosis me obliga a pensar
en las garantías del encierro
en optar por meterme debajo de la cama
en no abrir la puerta
para evitar que una bala perdida
pulse en mi cabeza el botón de apagado
que mandará al carajo todo esto.
Heraclitiada
Otra forma de conjurar el peso de nuestra existencia.
Levantarnos para seguir siendo nadie
frente a la ciudad.
Esa mole dolorosa que se extiende más allá
de nuestros cinco sentidos.
Dentro de poco la gente estará siguiendo
el trazo de lo planteado por el día.
Se sentarán en las esquinas
entrarán en las tiendas
en las farmacias
en las panaderías.
Se montarán en los buses
llegarán a los bancos
a los centros comerciales
a los edificios de oficinas.
En fin. Esta manía teleológica del hombre.
Este ir y venir sin un aparente punto fijo.
Ataraxia
Cierras los ojos y abres los brazos.
Así te quedas.
Estático en medio de la carretera.
Los pitos de los vehículos
los insultos de los conductores
y los gritos de los transeúntes
no se hacen esperar.
Todos exponen la misma razón:
debes retomar el papel
que de acuerdo con esta rutina
a ti te corresponde.
Nadie parece entender
que frente a la inmutabilidad de tu trance
el vértigo de la ciudad es un motivo insuficiente.
Cuarto 05:00 A.M.
Deseas que nada te moleste.
Que a esta hora la vida continúe igual.
Horizontal como tú sobre la cama.
Sin embargo, ahí está el día
de nuevo con su retahíla
de carros y de gente.
Con su táctica de siempre
llevándote la contraria.
Sin más opciones te pones
las chancletas y vas al baño.
La pasta dental no sabe bien hoy.
Pero te lavas los dientes
mientras intentas no vomitar.
Tu cara en el espejo es la misma
sólo que un poco más maltratada.
Después de bañarte te vistes
mientras intentas seducir a tu mujer.
Ella se niega.
El día no cae en tu trampa.
Resignado abres la puerta y sales a la calle.
Solo… un muñeco
Sólo un muñeco sobre el techo de la casa vecina.
Lo veo desde la ventana del segundo piso.
Me pregunto en qué tarde de juegos habrá
/ llegado hasta allí.
Parece contarme acerca de las manos
de los mimos y apretones que extraña
de los días en que reposó sobre una almohada
mientras penetraba los sueños de una cabeza infantil.
En ocasiones he querido rescatarlo
devolverle un poco de esa vida que dio
a quienes lo usaron para crecer.
Seres humanos muy parecidos a mí
cuando me alejo sin llevar a cabo mi anhelo.
Un adulto apto para ignorar los arranques
del niño que se asoma a la ventana
quien con su voz de matices que ya no distingo
me recalca que siempre dejamos las cosas que fuimos
(las cosas que tejieron la alegría de nuestra existencia)
para dedicarnos, irremediablemente,
/a ser nosotros mismos.
Jesús David Buelvas Pedroza
Escritor y docente nacido en Ovejas, Sucre en 1973. Desde hace más de dos décadas vive en Cartagena, Colombia. En esta ciudad, además de ejercer su vocación como profesor de español y literatura, se dedica a la gestión cultural organizando y dirigiendo talleres de escritura y lectura entre otras actividades. Ha participado como poeta invitado en varios festivales y eventos poéticos a nivel nacional e internacional y como conferencista y tallerista en varios colegios y universidades de Colombia. Sus poemas y fragmentos de novelas aparecen publicados en portales de internet y revistas impresas de Latinoamérica. Registros de sus actividades académicas y literarias pueden ser observados en el canal de Youtube Mendi-Kante Ediciones. Ha publicado varios libros entre los cuales se cuentan los poemarios “Los anuncios de cualquier soledad”, “Parábola del vacío” y “Recuento de cicatrices”. En narrativa ha publicado las novelas “Este o cualquier otro lunes” y “La punteada línea de los días”.
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