Poesía
Poemas incluidos en Exilium (Vocalibus, México, 2022).
Foto utilizada e intervenida para el banner: Daniel B. Montenegro
Seis bijis
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El nombre se me apreció en sueños, visto a través de anuncios de neón al estilo de la comida china: Biji (笔记). Dos sílabas que reflejan la necesidad de organizar los días, de interpretar una vida —mediante su duración, su orden o desorden— y escribirla en un pedazo de servilleta: la escritura es el don de la creación y la eternidad. Un biji[1] —libro de notas— que sea un parteaguas en los comienzos y finales de cada generación del mundo: por eso los sueños muestran los resultados de nuestro biji mental, formando el plan onírico. Los sueños son las casas de los anhelos y los imposibles, por eso apuntamos en la mente: nuestra llave a los recuerdos.
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[Sobre Hong Mai,
de la dinastía Song del Sur]
Hong Mai quiso recopilar el mundo en una vasija de cerámica: diez mil poemas de la dinastía Tang; de igual manera, acontecimientos míticos, fantásticos y sobrenaturales de la Song: porque para Hong Mai la ficción cotidiana supera los encantos poéticos de los bardos.
[1] Lit. Notas de pinceles.
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Nos prometimos escribir un biji: poner en las hojas cada vez que olvidemos contestarnos los mensajes o cuando alguno de los dos se puso triste por falta de cariño. El cuaderno que, en nuestra historia, fungiría como un astro planetario y lo veríamos cada vez que Nostradamus predijera el fin del mundo.
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Es en la dinastía Song cuando por primera vez en el papel moneda se escribían mensajes para los futuros dueños; es en ese intercambio de billetes primitivos la interconexión entre lectores, una armada intelectual escribiendo bijis, registros de los acontecimientos extraños de los siglos III y IV. Son estos comentarios personales, notas informales y palabras dispersas las que compraban los productos. Los bijis, en la dinastía Song[1], más que verborrea en billetes o cuadernos, son el testamento humano de la ocurrencia.
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Enumerar un biji o dejarlo al azar. Leerlo de atrás para adelante o regresarte a leerlo porque un biji no tiene inicio ni fin: una lectura única de las historias que encontramos cotidianamente.
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[Invención en torno a Shen Kuo,
de la dinastía Song]
Antes que Gutenberg, Shen Kuo describió la impresión de tipos móviles en arcilla —inventada antes por Bi Sheng— en su compilación magnánima que intentaba recopilar el conocimiento entero del mundo. Cuenta la leyenda que Shen Kuo se aisló en su fastuosa finca llena de jardines llamada Arroyo de los Sueños[2], y ahí logró encontrar el concepto astronómico del norte verdadero, especulando también que el sol y la luna eran esféricos y —muy humildemente— reformó el calendario chino. Dicen que en ese arroyo flotan bijis y quien quiera que los tomara y leyera encontraría una hoja en blanco que simboliza lo que Shein Kuo desconocía de su tiempo.
Ezequiel Carlos Campos
(Fresnillo, Zacatecas, México, 1994). Licenciado en Letras y estudiante de la Maestría en Competencia Lingüística y Literaria, ambas en la UAZ. Escribe semanalmente para el suplemento cultural “El Mechero”. Ha publicado en distintos medios impresos y virtuales de México, Colombia, Ecuador, El Salvador, Chile, Argentina, Venezuela, Perú, España y Francia. Dirige la revista virtual El Guardatextos (www.elguardatextos.com). Es autor de los poemarios El beso aquel de la memoria, El Infierno no tiene demonios, El instante es perpetuo, Crónica del desagüe y Exilium. Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, italiano y otomí. Premio Estatal de la Juventud 2019 en la categoría de Talento Joven/Literatura.
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