Poesía
De Ixtab
II
Cuando vio el mundo, Ixtab no pudo
sostener
la mirada.
¿Cómo era posible semejante arquitectura de espasmos? ¿A quién se le ocurre construir una serpiente? ¿Por qué la luz resplandecía? ¿De dónde el dolor y el miedo, la inercia, la caída, la inmensa soledad de las ebulliciones?
Y los pájaros,
¿cómo es que tenían alas en lugar de puentes?
VII
Al que maldecía en la sombra
le otorgaba
el incesante
fragor
de los cuchillos.
Al que miraba un pozo en el agua
le regalaba
una clepsidra.
Al que temblaba de miedo
le hacía nacer escombros
en las manos.
A quien enterraba un espejo
le concedía
el brillo
de las sospechas.
Colocó en cada coito una señal de muerte,
cierta violencia,
algo de ternura.
Empapó de silencio los lechos de las mujeres abandonadas,
para que sus pesadillas
nacieran
sin ojos.
Si un niño se colocaba frente a un precipicio,
le depositaba en un sueño la nostalgia de volar.
Si un solitario rompía un espejo,
le devolvía en las imágenes rotas el improbable
equilibrio
de los puentes.
Sobre la densa calma colocó el sonido
de las imprecaciones.
Y mientras las lunas
recorrían los caminos,
y los calendarios
se llenaban
de fechas aciagas,
Ixtab
afilaba su cuerda
sobre la clara y breve
trampa del mundo.
VIII
Todo tiempo
se construye
con palabras.
Sin lenguaje no es posible el sueño que nos alimenta.
La primera sílaba
nació entre la calma,
la segunda
surgió del asombro,
la tercera del terror.
El primer vocablo contenía un enorme grito lleno de anhelo y de soledad. Y sin embargo apenas significaba la piedra, el río o el agua.
Todo lenguaje es un fracaso
que nos dice la verdad o la mentira.
Por eso, cuando llegó la hora de nombrarnos, cada rostro eligió una máscara hecha de sonidos.
En todo nombre
hay algo que se muestra
y algo que se oculta.
Pronto también dijeron los montes, los animales, los exuberantes follajes. Inventaron palabras para expresar los colores, las formas, las texturas. Encontraron cómo expresar el dolor, la esperanza, la muerte.
Pero cómo nombrar el sonido del viento
atravesar
la copa de los árboles.
Cómo decir
el olor de la tierra
después de las tormentas.
En qué palabra colocar
el tono exacto
de una tarde
recién lavada.
Y la tristeza dulce.
Y la sangrienta dulzura.
Y peor aún:
cómo explicar la desazón de la tierra,
la nostalgia por lo desconocido,
los deseos secretos y terribles,
las pesadillas alimentadas con ternura,
las ganas de huir sin moverse.
¿Cómo contar el ansia de morir estando vivos?
Para esto último,
dijo Ixtab,
utilícenme a mí.
Explíquenlo todo a través de mi nombre.
Y así el asunto quedó sellado para siempre.
XXI
«Pobres los seres que habitan el mundo»,
pensaba Ixtab,
«destruyen lo que aman con fervor o desidia».
Y tenía razón.
Nadie ve en la sangre la piedad del asesino.
Es difícil adivinar en los espejos
la canción de las navajas.
Todo se oscurece
en la intimidad
de las esperas.
Cuando dos cuerpos se encuentran, sucede en las horas la inevitable batalla entre dos soledades.
Al principio no importa, pero pronto germinan
delirios sin eco
indescifrables sordinas
aullidos que combaten.
Y lo que alguna vez fue la cabeza inclinada de asombro, luego se convierte en una mirada sorda en la que solo cabe el acertijo de los puños cerrados.
Un poco cada día el peso va ahogando los pequeños sobresaltos que nacen.
Y la fuente del gozo pronto degenera sin prisas en un manantial de rencores.
El amor es un puente que atraviesa un despeñadero. No hay ninguna baranda entre su límite y el vacío. El problema radica en que quienes lo atraviesan a menudo tiemblan o vacilan,
y caen
de pronto
en un pozo
de rabia.
Ixtab los atrapa en el aire para aminorar su caída.
Pero ellos piensan que están volando.
De Los demás
mesa y rocola sobre fondo rojo
las botellas se han ido acumulando entre las dos mujeres
como las marcas sobre un calendario
así también los pósters que anuncian aguardiente con culos imposibles
los equipos de futbol del año anterior o de la infancia
las manchas de humedad y de asfixia
la mugre la indolencia
aquí la cumbia reina
aquí el silencio es algo que se va muriendo
ayayay chuchita flaca ay dolor ya me volviste a dar
desde el fondo una voz gastada exige una ranchera
y arroja un papel al centro de los gritos
pero las mujeres están atrincheradas en el rincón propicio
y tiran putazos y mientan madres y escupen animales que brillan y se esfuman
una es casi vieja
la otra es más vieja todavía
una baila la otra tiembla
¿qué río de abandonos les procuró esta furia?
¿qué océano de espinas? ¿qué esperma acuchillado?
pero ellas gritan felices sobre el humo y el cansancio
y cantan las historias más tristes que puedan bailarse
y se jalan los pelos y somatan la mesa
y piden otra mamaíta esta vez que sí esté fría
y hablan de los hijos de puta que las abandonaron
con cinco muchachitos y una panza que estallaba
y de cómo el camino las dejó dormidas
antes siquiera de pedir prestado un farol para abrigarse
pero ellas ríen
y azotan sus cabellos teñidos hacia el foco de la pieza
y se sienten hermosas plenas rubicundas
y cuando alguna quiere llorar la otra la sacude
esta noche no mamaíta esta noche es fiesta
y en realidad es fiesta
porque lo que les espera afuera no tiene nombre
es algo atroz
y ellas lo saben
viejo mirando al norte
la cicatriz del ojo izquierdo parece un corazón
talvez porque surgió en la primavera de Nueva Jersey en los años setenta
en que a botellazo limpio se batió por la posesión de una muchacha
en un bar cuyo nombre se le perdió para siempre
la arruga en los labios se agudizó en los inviernos de Chicago y Filadelfia
en que maldijo la blancura que le encendía la garganta de fiebre y de terror
la sonrisa cínica le viene de la infancia
del hambre
de las fronteras del odio
la cojera se la ganó en la interestatal número 5 en las afueras de Seattle
manejando un furgón que derrapó en la nieve
y volcó sobre el espanto
fue deportado durante el verano de 1996
por acometer ebrio la madrugada de las autopistas
y desde entonces maneja un taxi sin mujer y sin destino
ya no es de acá nunca lo fue
pero está cansado y tiene astillas en las dudas
por eso compra oscuras muchachas en los burdeles de la periferia
y se emborracha cada tres noches con la puntualidad de un suicida
en las botellas
encuentra siempre cabezas con alas
pedazos de carne
espejos que vuelan
recuerda a los hijos que ya no lo encuentran
maldice a la mujer que lo escupió a la calle
piensa en las manos fuertes que estrujaban la firmeza de otras manos
camina para atrás como quien entra en la muerte
what the fuck se dice fuck i will return
y espera la madrugada
como quien dice basta pronto jamás
banca con pareja en un shopping mall
perdió la fe mientras recordaba un salmo en un burdel
y atravesaba el silencio con un grito en el odio
cambió el amor por noches interminables de cocaína y gin tonics
y un gesto en la mandíbula que le afeaba el rostro
se perdió un día en su sombra y ya no quiso encontrarse
a veces sueña con corvetes que corren a quinientos kilómetros por hora
con orgías en que el límite es un perro que aúlla y muerde
quisiera llenar el mar de cuerpos usados rotos por una fricción inacabable
sueña y se pierde en los fumaderos de opio del siglo diecinueve
en las barberías de indonesia
en las zonas rojas de Holanda
se convence de que el tiempo es algo así como un billete de cien dólares
se usa o se tira
tiene una mujer y la ha preñado
tendrá un hijo que le recuerda de alguna manera la muerte
piensa en la huida
en el pretexto
en los detalles
está a punto de decirle a su mujer que se vaya a la mierda
que se pierda en el mundo
pero ella llora
y él la abraza la toma de las manos
le acaricia el vientre
y le dice te quiero
Textos aún no reunidos en un libro
Monólogo de las presentaciones
Yo también escuché canciones infames con el pecho inflamado
y lloré vergonzosamente por amantes que se alejaban a pesar de sí mismos
en películas que ya no recuerdo y en los cines vacíos que dejé anclados en las tardes de un tiempo extraño
No me condenen
Tenía una ventana que no daba a ningún lugar y en la que deposité los insultos y nada
mientras miraba las hazañas de todas las ligas del mundo entre rugidos de sesenta mil gargantas
y devoraba comedias con la circunspección de un filósofo y la certeza de los hombres de ciencia
me enamoré de niñas caprichosas interesadas en los perfumes y las flores
y que tenían un aire de remota insolencia como las ninfas de un cuento
jamás pregunté por el miedo que se adivina en todos los ojos
jamás escuché
Yo también fui feliz de esa manera
Quiero decir que uno es feliz si cierra los ojos
como muy bien indican los profetas del agua y los delfines hambrientos
Pero no se equivoquen
mi vocación no es ser feliz
nadie tiene la obligación de lo inexistente
Poco a poco me fui ahogando entre preguntas
como si fuera una urbe mi corazón se alimentaba del humo
mientras vagaba por las avenidas en un automóvil modelo 79
con Manuel o con Luis mis amigos de entonces
entre la voz de Kurt Kubain que parecía un desierto
o la de Janis Joplin que se nos inflamaba en cuchillos
una vez vi la ciudad desplegada como un cementerio de aire
vi sus cadáveres flotando y pensé que eran luces de neón bajo las estrellas
en el reflejo de los opacos incendios
me vi a mí mismo reflejando el espanto
me vi cayendo más allá de las horas
me vi surgir
no tiene sentido decir que lloré un poco también aquella madrugada
Tampoco se confundan
No soy un iluminado
Pero entre todas las larvas que dejaban los gritos
una arquitectura de escombros se asomaba
y decía algo así como nadie
nada nunca
la sigo viendo cuando abro los ojos
como si fuera un pequeño estandarte a la orilla del fuego
y desde entonces no ceso de repetir que todo es silencio
que todo se acaba
que todo es silencio y que ninguna palabra de verdad importa
Parece fácil decirlo y sin embargo
se me enreda en el sueño
pero fue de esta manera como comencé a escribir
Un hombre mira la noche y piensa en pájaros que tiemblan mientras vuelan. El hombre piensa en el temblor de las aves, se obsesiona en ello y no se detiene en el aleteo ni en la velocidad ni en el aire atravesado por el filo de un cuerpo. El hombre tiembla, y lo que era movimiento, inercia, recorrido, es ahora un espasmo en la nada, es el miedo, la inmovilidad.
Digo esto pensando en un hombre que piensa en pájaros que tiemblan. Aunque talvez la historia sea distinta. Y habría que quitar al hombre y a los pájaros y el aleteo. Dejar el temblor, eso sí. Poner dos cuerpos. Poner un lecho. Juzgue el que escucha cuál es el vuelo y cuál es el vacío.
I parte
Fragmento de Ixtab en voz del autor
8 textos de Eduardo Villalobos
…Ixtab
afilaba su cuerda
sobre la clara y breve
trampa del mundo…
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Eduardo Villalobos
Eduardo Villalobos
Ciudad de Guatemala. (1974). Poeta, editor, tallerista y catedrático universitario. Ha publicado los libros de poemas El ojo en la vela, Lunas sucias, Los demás e Ixtab. Ha colaborado con diversos periódicos y revistas. Fue columnista del diario Siglo XXI, de El salmón y de Casi Literal. Su trabajo ha sido recogido en diversas antologías, entre ellas: Tanta imagen tras la puerta, Los poetas guatemaltecos del siglo XXI, Voces de posguerra, Microfé, El futuro empezó ayer y Cosas que aprendimos con la lluvia. Poesía guatemalteca contemporánea.
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