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Crónica / Por: Sebastián Arce

La vieja poesía joven en Guanacaste

La vieja poesía joven en Guanacaste Por: Sebastián Arce Oses Le envío un audio al poeta y valiente editor liberiano Soren Vargas. Le pido que en un minuto me resuma la situación de la poesía joven en Guanacaste. Me contesta: “Ni siquiera hay situación…”

La vieja poesía joven en Guanacaste

I                                  

Recibo un mensaje en la red social, una propuesta en movimiento: “…Mae, usted se rajaría a escribir algo sobre la poesía joven en Liberia o en Guanacaste”. Ya leí el mensaje. Ya habrá visto el amigo que lo dejé en visto… “¿Poesía joven en Guanacaste?”, me pregunto, me rasco la cabeza, me desparramo sobre el sillón. “¡Creo que el poeta joven más importante y enérgico de este lugar ha de tener como 60 años!”.

                                        FIN.

Mentira. Le contesto al compa que está bien, que me apunto a ensayar algo, aunque no sé exactamente qué. A veces hay que echarle una tableta al agua para ver las burbujas, la efervescencia.

II

En 2014 comencé a trabajar en Guanacaste, Costa Rica. De la montaña herediana y la perpetua subida y bajada de cuestas pasé al sartén de la bajura. Aún me sorprende cuando algún lugareño de toda la vida expresa, agobiado, “¡Qué calor!”. Daría sentada la razón que el cuerpo se acostumbra a las condiciones y que no hay mayor certeza que las llamas en un mayo sin brisa y sin lluvia; pero no es así, el calor es un lugar común que adquiere tintes poéticos gracias a este asombro sin alivio y a esta transpiración en bicicleta.

Lo mismo da por sentado el sentido común: que la poesía joven debe de existir, de alguna manera, en una provincia con más de 380 mil habitantes, repartidos en 11 cantones y 47 distritos. Pero los números también me llevan a percatarme de realidades: se trata de la provincia que, según el INEC, agrupa la menor cantidad de población en el país, las distancias entre las comunidades son largas, las vías y los medios de comunicación insuficientes, casi no hay librerías que no sean cristianas o bazares. ¿Será que se pueden distinguir agrupaciones de jóvenes en un espacio signado por la distancia?

III

Le envío un audio al poeta y valiente editor liberiano Soren Vargas. Le pido que en un minuto me resuma la situación de la poesía joven en Guanacaste. Me contesta: “Ni siquiera hay situación…”, pero empieza a buscar una palabra adecuada, por fin responde: “desarticulada geográficamente y también editorialmente”. Añade que con el Centro Literario de Guanacaste[1] en “el limbo”, las cosas están aún más complicadas. También le envío un audio al poeta Josué Torres. Está asomándose al peldaño de los 30, así que sus palabras deberían de arrojar luz sobre varias épocas. No ha contestado aún. Su silencio por ahora es elocuente.

IV

En 2015 decidí iniciar un taller literario en el Museo de Guanacaste, sin restaurar en aquella época y ocupado por los ensayos musicales del SINEM. Se llamó El taller de las seis por el hecho de que la hora de reunión se fijó a las seis de la tarde. Trabajaba en la UCR, pero quería descentralizar mi actividad de este espacio y ver si llegaban interesados de otras instituciones y con realidades diferentes. Llegaron estudiantes de la universidad como Luis Murillo, Gabriela Fonseca, Thamara Ortiz, Luis Andrey Solano y Josué Torres, quien es el poeta joven que más se mira comprometido actualmente. Además, se presentaron estudiantes de colegio como Sarah Quesada y profesores de secundaria, como Laura Arias. En medio de violines, trompetas y saxofones rebotando entre el polvo, procuré usar el único tipo de dinámica que conocía en aquel tiempo –heredado del Taller Netzahualcóyotl[2]– que consistía en leer y comentar sobre literatura y “tallerear” en grupo los textos que trajeran los integrantes, entrarles de lleno, localizar lugares comunes, dónde aflojaban, dónde explicaban, rayarlos, meterles tijera, pero sobre todo mi intención era transmitir la pasión que sentía por las letras y que los participantes pudieran identificar quiénes eran esos otros a los que les gustaba la poesía. Los textos fueron llegando a pocos, quizás no con la intensidad que yo esperaba, y empecé a darme cuenta de que se necesitaba primero proporcionar herramientas para la creación, ejercicios que facilitaran el empujón para la escritura, pues pretender que llegaran con su montaña de escritos dispuestos a borronearlos todavía no era el caso. Ese tipo de actitud aquí no hay.

Ya después comencé a llevar la Maestría en Literatura en San José y no tenía tantas fuerzas ni tiempo para reunirme. Trasladé las reuniones hacia la Universidad y comenzaron a asistir otros jóvenes como Eyleen Arce, Yassin Alvarado y Braulio Rodríguez. Pero con el tiempo el Taller de las seis se fue convirtiendo más en un en una productora de eventos que en un taller, pues empecé a gestionar el regreso del Festival Internacional de Poesía a Liberia a través de él. Así podían traerse escritores internacionales y ponerlos en contacto con parte de la población de Guanacaste – y no solamente jóvenes–.

Notaba que no podía conseguir algo imperioso de forjar: que el grupo se volviera autónomo y empezara a crear sus propios espacios, por sí mismos. El trabajo en equipo, el crear una comunidad que te acompañe en medio de escenarios hostiles hacia la creación artística es fundamental, da una identidad, una pertenencia en el naufragio, sobre todo porque muchos anhelan ser escritores, pero no hay manual para serlo, no hay caminos hechos y en cualquier momento se puede abandonar la senda, si es que alguna vez se recorrió. Esta es una chispa que varios tienen que traer y que hasta hoy me parece que nunca la he visto arder en esta zona, quizás esta crónica anda detrás de eso, ¿por qué? ¿Tienen los jóvenes que mudarse hacia el Gran Área Metropolitana para sentir ese estímulo, esa intensidad para crear? Ya el veterano poeta Mainor González –que perteneció al taller “Chico Zúñiga[3]” y quien lleva años viviendo en Liberia me lo había advertido varias veces: “Aquí no pega nada”.

V

Al fin ha respondido Josué, poeta liberiano. Desde su experiencia comenta que entre el 2009 al 2011 hubo un “boomcillo de producción” en el período en que asistió al Centro Literario donde había otros jóvenes; pero algunos como Rocío Rodríguez o Josué Rodríguez se fueron a estudiar a San José, mientras que con otros la vida fue “difícil” y no continuaron escribiendo. Entre 2012 al 2016 comenta que no hubo casi nada y que quizás desde 2017 al presente ha empezado a haber mayor “producción”. En el audio ha repetido tantas veces el término “producción” que le pido que me lo aclare, a lo que señala que “depende de cómo definás producción, en el sentido de que hay gente haciendo cosas o producción de libros, son dos cosas distintas”. Quedo casi que igual, pero en vista de que Boreal, el libro de Josué, es el único que conozco de poetas jóvenes de aquella época –y del presente–, imagino entonces que su producción consistía en juntarse y hacer cosas. Josué parece sacar que ahora hay más gente escribiendo o haciendo talleres en colegios como el artístico o el de Hojancha.

VI

A partir del 2016 comenzaron a realizarse los recitales “La palabra por los cuernos” y “Democracia sin letras”, que fuimos ideando Josué Torres y mi persona. El primero, buscaba crear un espacio en donde se pusiera de manifiesto que la palabra y la poesía eran un trabajo donde había que ensuciarse las manos, tratar de agarrar a la bestia de frente y que no nos levantara, y si esto ocurría, saber ponerse de pie y darles brillo a los raspones. Obviamente era un juego con la tradición de las corridas y la monta, así como con la sacrosanta imagen del sabanero. Se aprovecharon los días de la Semana U en la Universidad de Costa Rica para celebrar este recital, que consistía en juntar a poetas jóvenes de talleres del Valle Central con quienes estaban escribiendo en Guanacaste – y no necesariamente solo jóvenes–. La alianza se estableció principalmente con el Taller Joaquín Gutiérrez, que se reunía en la Universidad de Costa Rica, pero en San Pedro. Además, como característica particular, había un micrófono abierto para que aquellos que quisieran lanzarse al ruedo con un poema de su autoría lo hicieran. Muchos nunca habían ido a un recital de poesía y muchos nunca habían leído un poema en público. Conseguíamos donaciones de revistas como las de Conjetura y las rifábamos entre los asistentes. El auditorio se llenaba gracias a la magia de los públicos cautivos.

El segundo recital se celebraba en Setiembre, durante las fechas de independencia, como un recordatorio de que sin palabras y sin letras no podíamos ser realmente libres, que no se podía renunciar a la expresión, a la crítica. Este recital se llevaba a cabo con poetas que residieran en Guanacaste o algunos, como Alejandro Cordero, que quisieran visitarnos. A través de estos eventos se podía ver ya a ciertos jóvenes que pasarían por varios de estos recitales y que también participarían en el certamen de literatura organizado por el Simposio de Neurociencias que dirigía la filósofa María Sánchez: Eyleem Arce, Braulio Rodríguez, Fernanda Morales Cabalceta, Adriana Navarro, Yassin Alvarado y Josué Torres, entre otros.

Ya para estos años resulta perceptible una mayor presencia de jóvenes queriendo escribir y participar, aunque en sí no se conjunten en colectivos ni propongan por sí mismos la creación de actividades. Claro, estas actividades tenían sus limitaciones: primero, que todo se reducía al espacio de la Universidad y básicamente a los jóvenes que se reunían allí por obvias razones de estudio.

VII

En 2019 se intentó algo distinto con La palabra por los cuernos: en lugar de traer poetas desde el Valle Central para que leyeran con los contados – y repetidos– poetas de “aquí[4]” . se intentaría un recital solamente con poetas de la provincia que no fueran “vacas sagradas”, una visión alternativa de la poesía de la región, por ello la ocasión llevó el subtítulo de Al son del grito guanacasteco. ¡En verdad que fue difícil reunir poetas que vinieran a pegar este grito!

Primero, no se podía hacer demasiado tarde por razones de transporte y distancia, pero tampoco se podía programar muy temprano, porque había quienes trabajaban. Segundo, realmente fueron escasos los colectivos que pude hallar, la situación de la poesía está muy atomizada y entre los pocos jóvenes que escriben no hay una organización ni visibilización consistente. Nos visitó un taller literario en Abangares, zona cruzada por la historia de la minería del oro que, para el caso de esta crónica, no contaba con jóvenes en sí, y que tenía años de estar en “pausa” y de no salir del cantón a leer. Gracias a la gestión de Gustavo Zeledón, quien ha filmado cortos documentales sobre perifoneo de poesía en la zona fronteriza de La Cruz, así como de poetas y raperos en esta escena muy pero muy under[5], pudimos contactar a un poeta director de escuela, Salvador Macotelo, al joven Edwin Sánchez “Xezla” y al rapero Jhony Francisco Martínez Centeno, “El genio del rap”, quien por razones de trabajo, distancia y transporte no pudo llegar. ¡Nos quedamos con las ganas de que tirara! El poeta y gestor bagaceño Andrés Ruiz tampoco podía llegar por trabajo. Los juntamos con los poetas que ya teníamos identificados en la Universidad, y se le sumaron algunos valientes que se lanzaron al ruedo esa noche.

No fue sencillo de organizar, pero sí dejó ver un estado de la cuestión de las bases de la poesía en la provincia y demostró que, al margen de si los poetas son jóvenes, veteranos o ya entrados en años, en la provincia hay una desarticulación notoria, un desconocimiento de lo que escriben los otros, pocas posibilidades para que jóvenes se integren entre sí, poca visibilización de su producción. Estas carencias quizás no sean tan obvias por la consolidada imagen folclórica que se ha construido sobre la provincia.

VIII

Habría que preguntarse, ¿qué relaciones hay entre ser un poeta joven con ser un poeta de Guanacaste? Si nos guiamos por el rango del premio Joven Creación de Costa Rica, 35 años señalan el ocaso de una edad. Según esto, aún califico para tal categoría, aunque mi espalda me esté matando durante este presente pandémico[6].

Si se definiera dentro de un campo literario en fricción, joven puede entenderse como una categoría simbólica que al ser enunciada otorga un estatus de falta de experiencia o que no goza de atención y se halla al margen, o también una potencialidad creadora que promete, pero que se mantiene todavía a raya o que no madura. Desde esta perspectiva, en Guanacaste hasta los poetas con más de 50 años están tan tiernos como el brote de una cebolla. Eso es: ¡aquí la poesía joven está vieja! Los jóvenes con la voluntad en andadera y los mismos veteranos en la firmadera de libros regalados. Es como la tierra de los vie-jóvenes desarticulados, sin finiquitar conexiones y dinámicas, atomizados y congelados en la máquina criogénica de la literatura que se mira en su propio espejito. Estacionados en el tiempo y en el polvazal, como el Fry de Futurama, solo que aquí la criogénesis funciona al revés, a punta de calor, el pellejo poético como si fuera piel de garrobo.

También hay que darse cuenta de que, implícitamente, he venido considerando la poesía desde su ámbito académico y oficialista: aquella poesía que está escrita, que está hecha para convertirse en libros, que se ha trabajado en colectivos y talleres, que está hecha para defenderse con convicción, enfrentándose con las garras y con los dientes al tirano de la tradición. Es una perspectiva que privilegia ciertamente las dinámicas metropolitanas, que explotan espacios como centros culturales, librerías, galerías, bares, hoteles, teatros, universidades, bibliotecas, colectivos y editoriales. Esto se enfrenta con esa idea de que la cultura de Guanacaste es “folclórica”, y que su escritura va de la mano con símbolos y mitos casi que ancestrales, pero que no imagina otras dinámicas y actores en las formas de la poesía contemporánea.

IX

Josué me hizo recordar a Rocío Rodríguez. Le escribo para que me platique sobre cómo ve la situación de la poesía joven en Guana. Es de Nicoya, tiene 11 años de haberse ido a vivir a la GAM[7], donde me parece que frecuentaba el Taller de la Universidad Nacional y me la topaba en recitales o en el bar Casa Azul. Me responde que cuando “te gusta cualquier arte que se quiera mejorar, se busca los círculos donde ese arte u oficio se realice, así era el panorama… yo encontré el centro literario”.  Me comenta que había pocos jóvenes, “luego aumentaron, el círculo creció, luego volvió a padecer del mismo problema”, cierra considerando que “la mayoría de las personas que escriben son adultos mayores y la verdad, recuerdo un panorama pesimista para la gente joven”.

X

Tecleo “poesía joven Guanacaste” en el buscador. Nada directamente relacionado. Lo más cercano: menciones de libros del poeta Miguel Fajardo –premio Joven Creación de 1980– y un artículo que este escribió acerca de la poesía del siglo XX en Guanacaste[8]. Menciona que “Y de la patria por nuestra voluntad”, frase con que se consumó la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica en 1824, marca “el nacimiento de la conciencia de esta literatura”. De lo local se imbrica a lo nacional y de lo nacional al mundo. Él es sin duda más optimista que la interpretación que puedo ofrecer como ser profundamente aculturalizado: desde la oficialidad, la literatura de Guanacaste vive anexada todavía.

Para terminar, le pido al mismo Miguel Fajardo que me brinde su panorama sobre la situación de la poesía joven en Guanacaste. Me responde que “En general NO conozco, hasta el momento, la producción poética de muchos jóvenes de Guanacaste. Menos, que hayan publicado. Tampoco manejo las manifestaciones literarias de los jóvenes en los 11 cantones como para atreverme a dar un criterio integral sobre dicho tema”[9].

Fajardo señala dos elementos que uno va viendo como determinantes para ubicar la situación de la poesía joven: es difícil determinar su producción, tanto de actividades como de publicaciones, y por ello discernir qué se estará proponiendo. Por lo que he escuchado en los recitales organizados, el intimismo, el amor, la crítica hacia los cambios urbanos y culturales abruptos, el consumismo y la tecnología, la sexualidad, la identidad de género y la liberación personal podrían ser temáticas que se desarrollen; además, hay una palpable tensión entre el verso libre y el verso con rima (no así con métrica) entre los mismos jóvenes que se envalentan a escribir; pero falta mayores acercamientos y búsquedas de medios de difusión para dar una perspectiva formal y de fondo sobre su escritura.

Una brisa de lluvia empieza a colarse entre las celosías. El calor se escurre como la llovizna entre los techos. Ahora que está fresco, voy a dejar estas palabras.

Liberia, 21 de mayo de 2020

Notas:

[1] Cuenta la mitología literaria guanacasteca que este grupo fue fundado por Marco Tulio Gardela, el principal teórico de la guanacastequidad, hacia 1974, y a su manera se ha mantenido en vigencia desde esa época. Se reúnen el primer sábado de cada mes, pero con la pandemia quién sabe si usarán Zoom. Los poetas jóvenes que se unieran al proyecto desde sus inicios siguen siendo prácticamente los pocos poetas jóvenes que han logrado publicar hasta hoy.

[2] Cuenta la mitología literaria – y de las cantinas heredianas– que este fue un taller literario surgido de la librería Netzahualcóyotl hacia el 2000 y que reunió a varias camadas de bizarros lectores que aún publican memes –y a veces libros–, y que se desarrolló al menos hasta el 2007. 

[3] Mítico taller literario dirigido por Francisco Zúñiga, auspiciado algún tiempo por el Instituto Nacional de Seguros en San José, entre las décadas del 70 y del 90, por donde pasaron apocalípticos e integrados poetas y cuentistas del país con múltiples publicaciones y premios.

[4] Incluso algunos ya señalaban que yo era de “aquí”, cuando yo no soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir. ¡Tan escasos estamos!

[5] Hay un corto de 2016 llamado “Diagnóstico de poesía La Cruz, Guanacaste”, en el cual se presenta la voz y la figura de poetas como Salvador Macotelo Dávila, Luigui Martínez, Edwin Sánchez, Thelma Morales, Johnny Martínez, Alfredo Camacho, Daniel Montero Rovira, Mercedes Morales Torres, MRG Las tres letras, Jonathan Marenco, Melanie Ordoñez, Dania López Alvarado y Jorge Herrera. Varios de ellos aparecen en su uniforme de colegio. Cuando busqué participantes para el recital de 2019, fue casi imposible encontrarlos. El vídeo está en https://www.youtube.com/watch?v=4U4aAn9P4rU&t=1371s

[6] Nota post scriptum: Para estas fechas de finales de mayo de 2022 en que vuelvo a revisar este ensayo, ya oficialmente me ha dejado el tren de la poesía joven; ahora solo me queda desvestir santos literarios.

[7] Nota post scriptum: Rocío ha vuelto a Guanacaste y ha ganado el Certamen de Poesía Lisímaco Chavarría Palma 2021 en la categoría “Personas Adultas que no han publicado”.

[8] Dicho artículo puede encontrarse integralmente en http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/fajardo_korea_miguel/acercamientos_a_la_poesia.htm

[9] Nota post scriptum: el mismo Fajardo escribió el prólogo de los libros Boreal, de Josué Torres (liberiano), y Arte/Amarte de Luis Boniche (bagaceño). De este último, comparaba sus versos con los de Octavio Paz y la filosofía de Heráclito… ¿cómo hacer una comparación de este calibre y después no recordar si hay poetas jóvenes en Guanacaste?

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Sebastián Arce Oses

Costa Rica (1986). Poeta, ensayista, narrador, profesor universitario y gestor cultural. Lo verán transitando de aquí para allá, sin importar la hora o la frontera. Ha publicado los poemarios Emigrar hacia la Nada (2010), Variantes de una herida (2017) y La grieta en el espejo (2019). Aparece en la antología de poesía centroamericana Deudas de sangre (2015, Anamá Ediciones), en la Antología iberoamericana de microcuento (2017), compilada por Homero Carvalho, y también en las memorias del Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango (2018). Contacto: sebasarce86@gmail.comBio del Autor

1 thought on “La vieja poesía joven en Guanacaste”

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