Skip to content

Entrevista / Por: Melvyn Aguilar

LAS DOS ORILLAS: Una plática a modo de entrevista con la escritora salvadoreña Juana M. Ramos

LAS DOS ORILLAS: Una plática a modo de entrevista con la escritora salvadoreña Juana M. Ramos …Sigo caminando de la mano de esa muchacha santaneca que se ha resistido siempre a los cantos de sirena de esta ciudad por de más fascinante y seductora…

 

  “…En las profundidades de mi cerebro hay un niño que habla español. Mis padres llegaron a Los Ángeles desde Guatemala. Teníamos una repisa con libros en español en nuestra casa que incluía El señor presidente, del Nobel Miguel Ángel Asturias, pero nunca pude leerlos…”.

Héctor Tobar

 

Días atrás, en vísperas de la celebración del Día Nacional de la Poesía en El Salvador, se me dio la posibilidad de reencontrarme con dos queridas amigas. Una de ellas, Juana M. Ramos, escritora salvadoreña, académica y profesora de español y literatura en York College, Universidad Pública de la Ciudad de Nueva York. El vórtice dimensional de los días se abrió favoreciendo esta breve, pero feliz colisión, a propósito de la ceremonia de entrega de la distinción como Poeta del Año 2023, realizada el  13 de mayo en el Centro Cultural Cabezas de Jaguar; evento concebido, organizado y facilitado por el Proyecto Editorial La Chifurnia, que en su segunda edición recayó sobre la poeta.

Este homenaje, al margen de lo gubernamental (oficial),  está concebido por los organizadores para distinguir a personalidades que han desarrollado un rôle importante en el quehacer cultural y académico del ecosistema tanto nacional como internacional. Apunta a reconocer el trabajo constante y destacado en gestión cultural, facilitación de espacios de estudio y aporte al arte desde diversas disciplinas, contribuciones que muchas veces ya son reconocidas fuera del país, pero que no siempre son visualizadas  ni registradas por los engranajes oficiales de la maquinaria cultural de sus naciones de origen.

Aunque mi intención inicial era poder platicar largo y tendido con mis estimadas amigas, –esto no fue posible en el marco de esta actividad–, y a lo sumo, ante tanta excitación, algarabía y reencuentros, tan solo pudimos intercambiar escasas palabras relacionadas con algunos proyectos en marcha en los que colaboramos conjuntamente.

Es curioso cómo las cosas suceden, cómo los acontecimientos van acentuando detalles, mostrando hechos, sacando a flote evidencias frente a nuestros ojos –a veces distraídos– obligándonos a redimensionar, lo que dábamos por cierto, por lo ya absorbido, asentado e inamovible. 

Tan solo unos meses atrás visitaba los talleres gráficos donde estaba coordinando un proyecto editorial de Juana, un libro de relatos extraordinariamente prologado por Sonia Rivera Valdés, narradora y académica cubana y Premio Casa de las Américas. Mientras dialogaba con el técnico montador de artes finales, pude ver de reojo en el monitor una sobria portada titulada Nomadismo y alteridad. Las otras historias de la guerra y, bajo la ilustración principal, destacado en letras color vino, el nombre de Juana M. Ramos. Uno hace una pausa, levanta a un tiempo las dos cejas, procesa, sonríe y se dice a sí mismo: “por supuesto, escritora, investigadora, académica comprometida”. El ejemplar que  en aquel  momento estaba tomando forma en los talleres gráficos, también representa un justo reconocimiento al esfuerzo investigativo, analítico y de registro histórico recogido por la editorial de la Universidad Don Bosco. Y es que uno, por descuido, por costumbre, por falta de atención se va quedando con los rasgos habituales y cotidianos que fundamentan el día a día de las relaciones, pero de cuando en cuando hay relámpagos que nos hacen recordar y redimensionar la estatura de nuestras autoras y su papel fundamental en la construcción de las otras miradas y en la resignificación  y desmontaje de los discursos hegemónicos.

Durante el homenaje a Juana, también sobrevinieron dos hechos centellantes que permanecieron resonando en mi cabeza. Uno de ellos relacionado con las breves y precisas palabras ofrecidas por la entrañable Dra. Margarita Drago: “Juana ya está reconocida, pero este reconocimiento en su país es oficial y eso es muy importante, ser reconocido en su propio lugar de origen. Eso no siempre pasa”. También retumban en mi testa algunas de las palabras expresadas por el director de la editorial La Chifurnia, cuando mencionaba lo encomiable y a la vez complicado que es el hecho de emprender y trabajar por la dignificación de la escritura en la lengua española en un país que, al parecer, obstaculiza el desarrollo de la creación en español, entorpece y problematiza el ejercicio del pensamiento “latino”.  En todo caso, dos momentos para la reflexión en medio de un ambiente de camaradería y justa celebración. 

Durante el desarrollo de la actividad escuché con atención las palabras de bienvenida, los discursos, las lecturas y, al mismo tiempo, aproveché para hacer un improvisado registro audiovisual del evento. Además, en algunas ocasiones, logré acercarme a Juana y en una de estas me percaté de la intención por parte de los organizadores de llevar más allá el homenaje mediante la divulgación de la actividad y, por supuesto, del quehacer y el trabajo de la agasajada.  Entre un intercambio por aquí y otro por allá, perfilamos la posibilidad de intentar recoger en una suerte de entrevista algunas de las reacciones y emocionalidades que esta distinción suscitó en la poeta salvadoreña. Además de intentar profundizar en algunos aspectos relacionados con su labor como escritora y docente en tierras del norte. Han pasado ya algunos días desde aquella feliz ocasión y, al fin, hemos podido coordinar, aunque de forma remota, esa travesura pendiente.

 

AYER [YESTERDAY]

 

 MA- ¿Qué tal Juana? Al parecer ha llegado la hora. Hemos provocado y avivado el espacio para que platiquemos en relación  a  cómo tomaste la noticia del reciente homenaje brindado en tu país.  ¿Qué significa este reconocimiento? Y si tenemos suerte, además, conocer y profundizar en detalles de tu quehacer como escritora, como investigadora y docente e intentar, si nos da el tiempo, explorar cómo ha acontecido este camino que emprendiste fuera de tu tierra ya hace al menos unos 30 años. Pero antes de ir a preguntas específicas quiero invitarte a que nos regales tu sentir y percepción como poeta, como mujer, como migrante sobre estos tres versos de H. Mojica que te propongo:

Las dos orillas / son siempre una, pero se sabe solo al final, /después, / de naufragar entre ellas.

JR- Querido Melvyn, es, como siempre, un gusto darnos rienda suelta en pláticas como esta, en las que bajamos la guardia y nos desnudamos. Gracias por hacerte presente en el homenaje que muy generosamente me hizo La Fundación Chifurnia en El Salvador, en mayo, presidida por el poeta y activista cultural salvadoreño Otoniel Guevara. Es en lo bueno y en lo malo donde se conoce a los amigos. Para responderte, este reconocimiento fue una bocanada de aire fresco, un incentivo que me alienta a continuar con la grata tarea de dignificar y visibilizar la escritura en español en el entramado mundo neoyorquino. Y esto que te expreso me lleva a pensar en los versos de Mojica, que aquí me propones, y a pensarlos como muy atinados, dado que, en mi interpretación, encierran en sí una propuesta identitaria. Y es que, para mí, sí, efectivamente, esas “dos orillas son siempre una”, pero no por haber naufragado entre ellas, sino por haber encontrado la manera de navegarlas, de reconciliarlas, de hacerlas dialogar. En esta que soy confluyen las aguas de mi antes y mi después.

MA- Ahora estoy pensando, más bien imaginando a una muchacha centroamericana de entre 18 y 20 años viviendo en el país más chico de la región en tiempos difíciles, en tiempos de conflicto cuyas especificidades necesariamente definen una coyuntura tal que obliga a tomar decisiones. ¿Cómo recuerdas aquello? ¿Cómo organizaste en tu cabeza esa posibilidad de marcharte? ¿Cómo sopesaste las posibles implicaciones de una definición tan apremiante y trascendental? ¿Había al menos en aquel momento el esbozo prematuro de un plan que proyectara de alguna manera la mujer en que te convertirías? ¿Ya existía en el horizonte una escritora? ¿Soñaba igual el futuro aquella muchacha santaneca, a la mujer de ahora, que deambula y respira bajo los rascacielos y por las aceleradas avenidas de un mundo cosmopolita?

JR- Dejé El Salvador al ras de los veinte años. La decisión de salir en busca de una realidad más prometedora no fue mía. Mi madre, en vista de la coyuntura política, social y económica por la que atravesaba el país, decidió presentar toda la documentación requerida para que obtuviéramos la residencia estadounidense. Es así como mi hermano y yo pasamos a ser parte del tejido social de Nueva York, una ciudad hermosa y temible a la vez. Esta decisión implicó toda una reingeniería identitaria. Nunca vislumbré un cambio de esta envergadura. Siempre creí que tenía ya esbozado mi futuro, en mi tierra y en una sociedad a la que por derecho y querencia (le y me) pertenecía. De la mujer que he llegado a ser existía un solo trazo: los valores y los principios con los que se me educó. Por otro lado, en aquel momento, lo único que podía esbozar era el futuro cercano de la muchacha de casi veinte años a la que se le despojaba de todo: amigos, abuelos y planes de una vida entre los suyos. Y no era nada alentador. Recuerdo perfectamente que el tiempo que duró el vuelo me sentí como en el vientre de una situación preñada por miles de circunstancias y cuya gestación llegaba a su fin. Al aterrizar solté el llanto, como si finalmente dicha situación me diera a luz y me abandonara a una realidad totalmente ajena a mí. Me sentí indefensa, me había convertido en una veinteañera que tan solo gateaba, que apenas balbuceaba. Llegar a Nueva York significó aprender a caminar nuevamente, adquirir una nueva forma de nombrar mi entorno, desmantelarme y rearmarme a través de treinta años, al principio “deambular” en mí hasta que ese “vagar” se convirtió en un “transitar” en mí. Con esto quiero decir que, si bien he vivido más de la mitad de mi vida en esta ciudad multicultural y sinigual, sigo caminando de la mano de esa muchacha santaneca que se ha resistido siempre a los cantos de sirena de esta ciudad por de más fascinante y seductora.

Ahora bien, de aquella joven conservo un sueño: el de la escritura. La práctica escritural es el puente que conecta a esa muchacha santaneca y a la mujer neoyorquina que me dan forma, que me conforman. Empecé a escribir, sin conciencia de escritora claro está, a los diez años, como un ejercicio de preservación, ese al que me empujó el divorcio de mis padres. Aprendí a vivir en mi cabeza, a armar con lo habitual realidades insólitas en las que abundaban personajes que me mostraban otros mundos, otras posibilidades. Recuerdo que escribía guiones cinematográficos que luego dirigía de forma lúdica con mis primos. Más adelante me decanté por poemas rudimentarios, imitaciones bastante deficientes de textos que encontraba en los libros de la clase de Idioma Nacional. Pero fui nutriéndome hasta llegar a pensar en la escritura como en un salvoconducto a la reinterpretación de mi entorno y sus conflictos. Es en Nueva York donde finalmente tomo conciencia de mi ejercicio escritural y del papel que ha jugado en mi vida. Muy a pesar de quienes ven en la literatura un modo de entretenimiento, para mí la poesía se volvió una forma de vida. Como lo he dicho en cada entrevista en la que surge la pregunta: la poesía es el asidero que ha evitado siempre mi naufragio, que le da forma y fondo no a mi futuro, sino a mi presente, lo único que en definitiva tenemos. En este punto de mi vida, Nueva York, esa ciudad cosmopolita que me recibió en sus entrañas un gélido febrero, habita en mí y ha aprendido a dialogar y a convivir con esa Santa Ana provinciana de la que se sostiene mi existencia.

 

TRANSMUTACIONES [TRANSMUTATIONS]

 

MA- El mundo gira, gira y gira, las cosas cambian, y uno cambia con el mundo y las cosas. Y bueno, llegamos a nuestros múltiples presentes siendo como diría Jean-Paul “Nous ne sommes pas des mottes de terre glaise et l’important n’est pas ce qu’on fait de nous, mais ce que nous faisons nous-même de ce qu’on a fait de nous”. Dicho esto, Juana, ¿cómo se lidia con el cambio? ¿Cómo se sobrelleva lo nuevo? ¿Qué sucede con el registro de aromas, arquitecturas, colores, modismos, maneras de interactuar con el prójimo? ¿Qué significa dejar atrás lo hasta hace poco organizado y redefinirse ante lo nuevo y sus lenguajes?  Y, tal vez, lo más pertinente en este caso, ¿qué pasa con nuestra lengua materna ante la intromisión, forzada o no, de otra? ¿Cómo esto modifica, si es que lo hace, la manera en que constituimos nuestro pensamiento y estructuramos nuestra forma de entender el mundo, nuestra cosmovisión? ¿Qué le sucede a nuestro mirar y a la forma en que significamos cuando pasamos de un lenguaje que exige un pensamiento, que diferencia géneros en las palabras a otro que nos impone el universo de lo neutro? ¿Cómo se asimila un mismo objeto o “ser” que en una lengua es femenino y en otro masculino? ¿Y cómo se compaginan esas distorsiones culturales? ¿Cómo se enfrentan las dificultades y vicisitudes que implica este reacomodo idiomático? ¿Cómo se florece en una nueva cultura sin dejar atrás los códigos de la propia?

JR- Intentaré responder estas preguntas tomándolas como una sola. Para una muchacha casi veinteañera, como dije en las preguntas anteriores, el cambio implica darse vuelta como un guante. Nueva York representó para mí un volver a nacer. Tuve que aprender a gatear, a caminar, a decir y entender una realidad totalmente ajena a mí. La gran urbe se erigía ante mí como un monstruo, me hacía sentir provinciana; de la misma forma, la ciudad se me antojaba un canto de sirenas, que me atraía pero que no lograba atraparme. He descrito a Nueva York, en más de una ocasión, en mis poemas como esta relación de amor y odio que se fue decantando más por el primero, hasta llegar a aceptar, comprender e integrar los contrastes de los que esta realidad neoyorquina está hecha. Aquí he aprendido a nunca bajar la cabeza, la verticalidad de la ciudad me lo impide. Por momentos me comprendo más neoyorquina que otra cosa, me lo confirman mi paso acelerado, mi obsesiva manera de vincular tiempo y productividad, mi saludo estoico y reticente, mi mirada sospechosa, mi sonrisa escasa y, por momentos, mi ensimismamiento. Aunque, en mi defensa diré que, a pesar de todo, conservo la mirada candorosa y la capacidad de sorprenderme ante los gestos nobles que me va lanzando de vez en cuando la vida.

Nueva York me enfrentó con una diversidad de registros, de códigos, de sensibilidades, de idiosincrasias de las múltiples culturas que conforman su tejido social. Más que desarrollar formas de interactuar con “el prójimo”, prefiero referirme a una gramática proximal, esto es, a esa manera de comunicación que está más cerca de lo que se tiene en común con el multiculturalismo de “los prójimos” con los que confluyo -y difluyo-. Dicha gramática se sostiene sobre aquello que es central en la interacción con los otros: lo humano; apelo aquí a la bivalencia del término. Así mismo, el respeto. Sostengo mi sospecha ante todos los prójimos, pero también la confianza y la certeza de que el trato humano nos puede conducir a un mejor entendimiento, a socavar las diferencias y a asirnos de aquello que nos vuelve próximos. Y en este punto, hay una redefinición de la subjetividad sin soltarse de la esencia. En Nueva York abracé mi salvadoreñidad, mi centroamericanidad, mi latinoamericanidad – la cacofonía es adrede –. Emprendí un viaje, digamos, ontológico, esto es, que me llevó a reflexionar sobre las nuevas realidades, a ahondar en su naturaleza para comprender y encarar los retos que me esperaban, para emprender mi propia redefinición. En dicho viaje, me sostuve de los principios y de los valores que me han dado forma. Soy una persona íntegra, responsable, fiel a mis principios y a las personas, con una ética tanto personal como profesional incuestionable; y es eso lo que ofrezco, lo que está al centro de cada una de mis entregas, en todos los estadios de mi vida, en todas mis redefiniciones, lo que se mantiene y me sostiene. El cambio de geografía no erosionó mis mapas mentales ni morales, pero sí me sirvió para la construcción de nuevas epistemologías. Nueva York me ha enriquecido cultural e intelectualmente, es en esta latitud donde he crecido como ser humano y como profesional. He aprendido los lenguajes necesarios para entender la naturaleza de la gran urbe: he descubierto el lenguaje de los rascacielos, de los parques, de los puentes, de las arterias neoyorquinas y he departido con la ciudad en mis propios términos, en mis modismos, en mi lengua materna. Fíjate, incluso, que nombro a la ciudad con un exónimo. Siento, pienso y escribo en español, y también he incorporado el inglés en mi cotidianeidad, pero este último de forma instrumental. No cabe duda de que el danzar de ambos idiomas en mí provoca que, en ocasiones, transite -y deambule- de una lengua a la otra, que por momentos recurra a préstamos -semánticos y sintácticos-, que haya nociones, conceptos y realidades que solo sé nombrar en inglés. No obstante, sigo concibiendo el mundo con la misma cadencia y fluidez del abecedario con el que me lo deletrearon mis padres y mis abuelos, con cada sílaba -tónicas y átonas- con las que aprendí a nombrar mi entorno, sin dejar, claro está, de reconocer que cada significado evoca tantas interpretaciones como culturas hay en el mundo. Dicho esto, mi interacción con el inglés va más allá de su desfase con los binarismos impuestos por la gramática española (debo añadir que en el inglés hay objetos que conllevan en sí género, aunque implícito). Nunca representó, para mí, una dificultad el universo gramatical de una lengua con respecto a la otra. He sabido compartimentar, colocar el inglés en el sitio que le corresponde: el de ser meramente un instrumento necesario para mi trabajo y para moverme en el entorno angloparlante. Mi relación con el español va más allá del género y el número, de sintagmas nominales y de construcciones verbales; es decir, no se limita a lo puramente gramatical. Hay un elemento esencial que es, además, un asidero que no me permite naufragar entre las dos orillas, entre vicisitudes y dificultades de un reacomodo idiomático, como indicas en tu pregunta, y es el elemento afectivo. El español es el cordón umbilical que me ata a una “gramática materna”, que me nutre y me afianza a la palabra y al significado que aprendí, desde niña, a darle a la realidad de la cual provengo. Si digo “silla”, pienso en la silla que acompañaba la máquina de coser de mi abuela y en la que se sentaba, por horas, a remendar un pantalón o a darle forma a una camisa; o en la silla, tipo cheslón, en que descansaba mi abuelo por las tardes. Si digo “chair”, pienso en ese objeto que sirve para sentarse. Y nada más. No hay un factor afectivo. Y con esto también intento decirte que he florecido en esta cultura sin necesidad de dejar atrás los códigos de la mía. Asumo que, en mi caso, ayuda mucho el haber llegado a Nueva York a mis casi veinte años. No me vi en la situación de crecer con ambas lenguas, como sucede con muchos hispanos / latinos que nacen en los EE. UU. o se insertan de niños al contexto estadounidense. Ahora bien, más allá de que el español sea el sitio en el que hallo mi hogar en una ciudad multilingüe, represente el lugar en que me encuentro más cómoda y el elemento que hace que en un contexto ajeno se pueda procurar un sentido de comunidad, no dejo de pasar revisión a sus dinámicas y a su engranaje falocéntricos, insuficientes para promover la inclusividad; a ese andamiaje binario en el que no encuentran cabida todas esas subjetividades disidentes y que tantos, en muchas ocasiones también yo, defienden; a su tendencia a subalternizar lo femenino y lo feminizado (todo esto, claro está, desde su gramática). No obstante dichos cuestionamientos, en Nueva York pienso, siento y escribo en español.

MA- Tratando de retomar y ahondar un poco, estoy pensando, me viene a la mente el viejo Berenson, personaje del imaginario de R. Piglia, entelequia que el pensador argentino anima en uno de sus “escritos” sobre la evolución de los lenguajes. Decía Berenson, mientras tomaba cerveza en una taberna, “El insomnio es la gran enfermedad de la nación. El rumor de las voces es continuo y sus cambios suenan noche y día. Parece una turbina que marcha con el alma de los muertos. No hay lamentos, sólo mutaciones interminables y significaciones perdidas. Virajes microscópicos en el corazón de las palabras. La memoria está vacía porque uno olvida siempre la lengua en la que ha fijado los recuerdos”. ¿Hay olvido, Juana, y si lo hay qué tanto se olvida? Con certeza, sé que no es tu caso. Sin embargo, cuéntanos un poco, ¿cómo llegas al presente combatiendo y construyendo un andamiaje para sostener y reivindicar tus raíces idiomáticas?  Durante tu homenaje expresaste y, debo destacar, con una sonrisa y expresión de satisfacción lo siguiente: “Hacer camino en Nueva York en español es de lo más, de lo más, de los más difícil que hay”. ¿Qué se requiere, Juana? ¿Cómo lo has enfrentado? Cuéntanos, aunque sea brevemente, algunos pormenores de tu carrera personal como escritora. Dibújanos, antes de pasar a proyectos e iniciativas específicas, un viaje desde tu primer hasta tu último libro. ¿Cuáles, cuántos, el porqué de ellos? ¿Qué géneros y en cuál de ellos te sientes más cómoda?

JR- Olvido. No sé si lo haya; tal vez algunos lo procuren; yo me aferro a las memorias que voy forjando día con día, intento no perderlas, no descuidarlas. Si bien las “mutaciones interminables” son inevitables, en cada cambio, en cada transformación sigue residiendo la esencia de quienes hemos sido. Soy la niña que vivió un tiempo en Metapán con sus padres; soy la jovencita que pasó largas temporadas con sus abuelos; soy la mujer que se abrió camino en NY.  Soy todas ellas y todas ellas convergen en mí: le dan forma a esta que ahora escribe, a mi experiencia de vida. A diario reivindico “la lengua en que [he] fijado [mis] recuerdos”. Lo hago no solo en lo puramente lingüístico, sino también en mi práctica cotidiana, que no está disociada de mi cultura ni del factor afectivo. Por eso escribo en español, por eso estudié Literatura Latinoamericana, por eso enseño español. Es así como reivindico mis raíces idiomáticas, es de esta forma en la que construyo ese andamiaje del que hablas, es en estos términos en los que continúo haciendo camino en Nueva York. ¿Qué se requiere? Templanza, tenacidad, persistencia, valentía, llantos, risas y mucho amor. No es fácil el trayecto. Hay múltiples obstáculos, pero es también cierto que se aprende a dialogar con los inconvenientes y las trabas. Como bien lo dijo bell hooks, resistir desde el margen nos abre nuevas posibilidades, otras formas de encarar los poderes hegemónicos que cada vez van cerrándonos más puertas. Fíjate, Melvyn, que mantener proyectos culturales en NY, en español, es un trabajo arduo. Muchos de los espacios con los que contábamos (centros culturales, librerías, etc.) han ido desapareciendo. Los gestores culturales, cuyo activismo, además de necesario, es encomiable, resisten mediante prácticas solidarias, esto es, convocando a los escritores hispanos / latinos y ofreciéndoles espacios para presentar su trabajo literario. Pienso, por ejemplo, en el Centro Cultural Barco de Papel y en el bar Terraza 7, enclaves situados en Queens, el condado con mayor diversidad en la ciudad de Nueva York. Asimismo, es importante mencionar las ferias de libro, los festivales de poesía, las editoriales independientes, las distintas series (En construcción, Palabra-Imagen-Escena, Rizoma Literario, etc.), todos ellos, espacios que comparten un mismo propósito: reivindicar nuestras raíces idiomáticas.

¿Cómo enfrento este difícil camino desde mis particularidades? Uniéndome a ese activismo cultural, desde la trinchera del salón de clases hasta incursionando en esos pocos espacios que tan generosamente se nos ofrecen. Como profesora universitaria aprovecho el pénsum, traigo a colación, en un seminario que dicto cada dos años, la poesía centroamericana; en este curso doy a conocer a los poetas salvadoreños contemporáneos con sus respectivas temáticas y que escriben en ese contexto ístmico. Así mismo, he creado una serie dentro del departamento al que pertenezco, Latin American Writers Series, a la que invito, tanto en persona como vía Zoom, a diversas voces poéticas para que compartan su trabajo con mis estudiantes y conversen con ellos sobre el oficio escritural. Más adelante, en la próxima pregunta, abordaré otras iniciativas en las que estoy involucrada y que intentan aportar al contexto cultural en español en esta ciudad multicultural y plurilingüe.

Por otro lado, como lo has dejado claro en tu pregunta, también soy escritora. Como poeta, he publicado varios poemarios. El primero, Multiplicada en mí, tuvo dos ediciones (2009, 2014). Este libro significó un parteaguas en mi vida. Te diré que mi intención al escribir no era publicar, sino simplemente mantenerme a flote. La escritura es una forma de vida para mí (lo ha sido desde los 10 años). Pero bien, ese primer ejercicio poético me abrió una infinidad de puertas tanto en NY como en el ámbito internacional. En la primera parte del poemario, hay una voz poética introspectiva, intimista, bifurcada, que busca reconciliar desamores y, a la vez, reconciliarse con la nueva geografía que habita. En la segunda parte, el hablante poético logra deshacer el nudo gordiano que le ata a su ensimismamiento y se da una exteriorización de la mirada. Aquí aparece la gran urbe, las injusticias sociales, el dolor del otro (y, por momentos, la voz lírica vuelve a sumergirse en las honduras de su propio dolor). En los cuadernos poéticos siguientes (Sin ambages/ To the Point; Clementina; Palabras al borde de mis labios; Sobre luciérnagas; Ruta 51C; Donde crecen amapolas; El agudo blandir al pronunciarte) se replica ese yo poético que entra y sale de sí mismo, que, por momentos, vaga y circula por la ciudad y observa y poetiza las realidades que se yerguen ante sus ojos. Es decir, se interna en sus tragedias personales y en la de esos otros que habitan la ciudad. Es una voz poética anfibia (que tiene dos vidas), tanto dentro como fuera de sí misma. Otras publicaciones incluyen un libro de relatos, Aquí no hay gatos, y dos libros de corte académico, Tomamos la palabra. Mujeres en la guerra civil de El Salvador (1980-1992) – este en coautoría con la poeta, narradora, académica y activista cultural Margarita Drago – y Nomadismo y alteridad. Las otras historias de la guerra. Como verás, en cuanto a la veta creativa, también he incursionado en la narrativa. Aquí no hay gatos se compone de 38 relatos en los que la voz narrativa, en sus diversas focalizaciones, no se permite el olvido (para retomar tu inquietud inicial). Gran parte de ellos tiene un detonante en común: una memoria, que transita por todos los espacios antes habitados – psíquicos y físicos – y, con suerte, los habitables. Por otro lado, en lo académico se dan la mano la historia y la poesía. Tomamos la palabra recopila 20 testimonios de mujeres que participaron desde diferentes frentes en el proceso revolucionario salvadoreño; Nomadismo y alteridad es un estudio a partir de la propuesta estética de tres poetas salvadoreñas que produjeron parte de su obra en los años de la guerra civil: Kenny Rodríguez, Eva Ortiz y Leyla Quintana. Todo esto te lo explico a grandes rasgos, para no hacer más larga esta entrevista. El género en el que me siento más cómoda es la poesía.

 

LA BATALLA, LA TRINCHERA, SUS MEDIOS [THE BATTLE, THE TRENCH, ITS MEANS]

 

MA- Tengo que confesarte que he platicado con algunos amigos que conocen los terrenos en que te mueves, compañeros que en el pasado han estudiado, por ejemplo, Literatura Comparada en los Estados Unidos. Las conversaciones en lo fundamental necesarias para al menos inferir algo de los entornos y la dinámica en que desarrollas tu escritura y ejerces la docencia. Uno de ellos me comentaba que durante sus trabajos de investigación le resultaba bastante difícil la investigación documental en las bibliotecas, las cuales aun y cuando manejaban y manejan amplios catálogos de literatura en español, también es cierto que estaban y están muy desactualizados. Y, por si fuera poco, por lo general mal catalogados. Por ejemplo: autores guatemaltecos consignados como mexicanos. También leí por ahí que todavía en los años setentas y principios de los ochentas en las escuelas públicas de EE.UU. a los niños latinos no se les enseñaba gramática o literatura en español; y que los chicos y las chicas salían de la escuela hablando un buen inglés pero balbuceaban precariamente  el español.  ¿Qué nos puedes contar al respecto? ¿Cómo se enfrenta el hecho innegable de que el español es la segunda lengua “de facto” en algunos de los estados – qué sé yo, en California, Los Ángeles o Nueva York– y que, a pesar de ello, se sigue obstaculizando su desarrollo?  Uno podría pensar que algo ha cambiado, que la población latina ha logrado algunas conquistas respecto a la educación bilingüe para sus hijos. Sin embargo, durante el período reciente del expresidente Trump algunos sectores conservadores argumentaban que educar a los hijos de los inmigrantes solo en inglés mejoraría la integración y las calificaciones. Es un tema complejo de abordar, Juana, y me temo que no tenemos el espacio para ahondar en ello, por lo cual y para ir cerrando esta conversación, cuéntanos algo de las iniciativas en las que estás implicada, orientadas a favorecer la escritura en español y a visibilizar el trabajo de escritoras e intelectuales de nacionalidades latinoamericanas, al menos en tu entorno inmediato de la ciudad de Nueva York. Cuéntanos algo acerca de qué importancia tiene la Feria del Libro en español en tu ciudad y el papel y aporte que representan iniciativas editoriales independientes, como por ejemplo el Proyecto Editorial La Chifurnia. ¿Qué otras iniciativas hay en este orden que contribuyen a fortalecer y posicionar las creaciones en español?  Y bueno, si al menos pudieras darnos alguna breve impresión en relación a por qué las editoriales norteamericanas privilegian más a los autores latinos que se decantan por las escritura en inglés y declinan sobre los trabajos  de autores que escriben en español. ¿Consideras que se debe a un asunto meramente de rentabilidad de mercado o hay algo más de fondo?

JR- Te diré, escuetamente, que mi experiencia con las bibliotecas ha sido muy satisfactoria. Una de las mejores bibliotecas en el mundo es la New York Public Library (NYPL), fundada en 1825. Esta biblioteca maneja una cantidad exorbitante de material (libros, libros electrónicos, material audiovisual, colecciones especiales, periódicos, etc.) accesible al público. Los catálogos están actualizados y dispuestos organizadamente. Te diré que al momento de llevar a cabo la investigación para mi tesis doctoral gran parte del material que necesitaba para dar forma a los capítulos lo encontré en la NYPL. Es una experiencia exquisita para cualquier investigador o intelectual, tanto por el rico caudal bibliográfico que contiene como por la experiencia de visitar el edificio como tal. No sé a cuáles bibliotecas se refieren las personas con las que has platicado o a cuáles estados de la nación, pero sí sé que la NYPL cumple con las expectativas que se tienen de ella (entre otras tantas de las que disponemos aquí).

Con respecto a tu inquietud sobre la enseñanza del español como parte del currículo de las escuelas públicas, es, precisamente, en los años 70 cuando se empieza a promover el estudio de las lenguas extranjeras. Pero no se hace a nivel de escuela elemental, ni se forma a los niños hablantes de otras lenguas en su lengua materna, sino que estos programas se implementan a nivel de escuela secundaria (high school). Es así como aparece el estudio de las lenguas extranjeras, francés, español, italiano, etc., como una necesidad de formar personas para los negocios, que puedan competir en el ámbito internacional. Este hecho va en detrimento del estudio de la lengua materna (en el caso que aquí nos ocupa, del español) en todas sus áreas, dado que no hay programas que profundicen en su estudio. Es por ello por lo que crecen con grandes deficiencias en su propia lengua. Mi conocimiento de lo que sucede en las escuelas públicas con respecto a la enseñanza del español es bastante rudimentario, dado que mi experiencia docente ha sido exclusivamente a nivel universitario. En este contexto, en los últimos años, se ha venido dando una crisis con respecto a los programas de enseñanza del español (y las lenguas extranjeras en general). Se les da prioridad a los llamados programas profesionales (enfermería, farmacéutica, entre otros) mientras que a las humanidades se las va orillando poco a poco. Carreras como Español (Literatura), Artes, Música, etc. no les resultan rentables a las universidades, por lo que los recortes presupuestarios inician por esos programas. En estos momentos, por ejemplo, estamos al borde de una crisis en los programas que ofrece el departamento del que formo parte, producto de un déficit de varios millones de dólares en el presupuesto. Cada semestre hay menos estudiantes interesados en seguir las carreras que ofrecemos, y aquellos que sí desean seguirlas se ven afectados por los cortes draconianos que la Universidad Pública implementa sin piedad. Sí, es, como bien dices, un tema complejo y, por momentos, escabroso. Pero ese es, a grandes rasgos, el panorama de lo que sucede, al menos, aquí en NY.

Para aportar, desde el espacio que me toca como activista cultural, a la visibilización de la literatura en español en NY, desde 2020, a raíz de la pandemia, di inicio a la página literaria (en Facebook) EntreTmas, en la que se difunde el quehacer literario de los escritores y de las escritoras que producen su obra en español en los EE. UU. Inicialmente, tenía como enfoque promover la literatura escrita por mujeres (hispanas / latinas) en NY. Más adelante, la página se abrió a todos los escritores cuya obra se produce en español y que residen en cualquiera de los 50 estados de la nación norteamericana. La primera serie, “Destellos”, aglutinó a 110 escritores, tanto residentes en los EE. UU. como en Latinoamérica. Luego, llevé a cabo tres series más: “Conozcamos a nuestras autoras”, “Conozcamos a nuestras autoras – Centroamérica” y “Conozcamos a nuestra diáspora”. Las tres consisten en entrevistas que duran entre 10 a 20 minutos. En ellas, converso con los autores, quienes comparten sus proyectos, planes y trabajo escritural con el público al que están dirigidas las entrevistas. De la serie de poetas centroamericanas se publicó una antología bilingüe – español / italiano – traducida por la poeta salvadoreña Rocío Bolaños y editada por la poeta y académica Tania Pleitez Vela y por esta servidora. La página de EntreTmas cuenta con su canal de YouTube, en la que se reúnen ya más de 100 videos con entrevistas y eventos literarios. Por otro lado, junto a Margarita Drago, soy curadora de Palabra-Imagen-Escena, serie que llevamos a cabo cada tercer domingo de mes en el bar cultural Terraza 7 y cuya primera temporada acaba de concluir. En cada entrega, invitamos a dos escritores (poetas, narradores, dramaturgos, performeros, etc.) para que presenten su más reciente producción literaria. El evento también lo transmitimos en vivo por la página de EntreTmas. También, soy directora de EntreTmas Revista Digital, espacio, como reza su misión, “cuyo propósito es la difusión de la literatura, el arte, la cultura y el pensamiento crítico producido en lengua española en los Estados Unidos, Latinoamérica y el Caribe”. En este proyecto, que vio la luz en agosto de este año, me acompaña un grupo selecto de escritoras y académicas quienes conforman el consejo editorial: Margarita Drago, Zaida Corniel, Jacqueline Herranz Brooks, Eva C. Vásquez e Yrene Santos; y vos, Melvyn, que tenés a tu cargo el sitio web. Cada serie, cada actividad, cada escritor y cada escritora que invito a participar en los diversos proyectos en los que estoy involucrada responden a la inquebrantable ética profesional que me caracteriza.

Uno de los espacios que recientemente se ha abierto – y en el que he tenido la oportunidad de participar como parte del panel de En construcción – es la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de NY (FILNY), ya en su 5ta edición. Esta es una iniciativa del Instituto de Estudios Mexicanos de CUNY, liderada y dirigida por José Higuera López. La FILNYC es un punto de encuentro que congrega a escritores, editores y académicos de Latinoamérica y de España, quienes contribuyen de manera invaluable a la literatura en español, enriqueciéndola con su perspectiva única y sus experiencias transculturales. Al igual que la FILNYC, como mencioné en la pregunta anterior, otros foros, como la Feria del Libro Hispano / Latino de Queens, timoneada por el escritor dominicano Juan Nicolás Tineo; The Latin American Cultural Heritage (LACUHE), liderado por la poeta dominicana Gladys Montolío; The Latin American Writers Institute ,de Hostos Community College, bajo el timonel de la escritora española Inmaculada Lara Bonilla; Latino Artists Round Table (LART), dirigido por la escritora cubana Sonia Rivera Valdés; el Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York, coordinado por la poeta salvadoreña Karla Coreas; The Americas Poetry Festival of NY, presidido por el escritor colombiano Carlos Aguasaco, son espacios vitales que oxigenan y fortalecen la producción literaria en español en esta atmósfera neoyorquina.

Estas iniciativas van de la mano de las editoriales independientes, hogar de muchos de los autores que buscan oportunidades de publicación. Como bien sabes, las grandes editoriales, ese capital simbólico -en palabras de Bourdieu- se alzan inasequibles para las propuestas literarias escritas en español. Arguyen la poca o nula rentabilidad de este corpus literario. Si bien el inglés y el español conviven a diario en el contexto neoyorquino, no se valoran de la misma forma. El inglés sigue siendo la lengua de prestigio, vinculada al poder económico y político. Para ejemplificar este punto, el español se asocia, erróneamente, con una población que simple y llanamente no tiene el hábito de la lectura, lo cual no es lucrativo para las grandes editoriales. Hay, por supuesto, excepciones, autores que han logrado entrar a una suerte de canon. Quiero aquí destacar el trabajo loable que hace La Chifurnia Editorial. Si bien su labor se concentra en el istmo centroamericano, también ha construido puentes para llegar hasta los autores que radican en esta ciudad y en otros estados de este país. En NY, por ejemplo, La Chifurnia lanzó la Colección Hipatya, en 2019, que reúne a 20 escritoras latinoamericanas que residen en los Estados Unidos. Se presentó, a casa llena, en el Centro Cultural Barco de Papel y en el Consulado de El Salvador en Manhattan. Una de las tantas misiones que propone La Chifurnia es entablar un diálogo productivo con la diáspora latinoamericana. No quisiera concluir esta amena conversación sin mencionar otras iniciativas independientes tales como Nueva York Poetry Press, Editorial Five Points, ArtePoética Press, Editorial Campana, Sudaquia Editorial, editorial El Sur es América, entre muchas otras.

Gracias, querido Melvyn, por esta grata entrevista, por darme la oportunidad de volver sobre mis pasos, en cada palabra, para que no se los lleve el olvido.

MA- El gusto ha sido mío mi estimada Juana. Nos ha tomado su tiempo finiquitar este hermoso ejercicio, pero como suele suceder, con paciencia, y buena letra las cosas se van dando. Además, cuando hay entusiasmo, luminosidad y compromiso, y como dice Rafael Álvarez “El Brujo”.  Si al hacer las cosas estas se llevan hasta el borde no existe la posibilidad de que el resultado no sea trascendente. Muy agradecido por tu entrega Juana, espero los lectores del Pez Soluble disfruten de tus reacciones y aprecien esta rica panorámica que nos regalas con tanta dedicación y claridad.    

Melvyn Aguilar
Desde el zoo / San Salvador, El Salvador
A 19 grados y con luna en creciente
un 21/12/2023

 

Homenaje

Una breve mirada al a la distinción como poeta del año otorgada por el Proyecto la Chifurnia a la escritora salvadoreña Juana M. Ramos en el marco del día Nacional de la Poesía, El Salvador / San salvador / 2023
Facebook
WhatsApp

Entradas

detalle LIZETH BARON R
Lizeth Barón Ruiz
5 textos de Lizeth Barón Ruiz / Colombia ...Me pierdo en caminos de cristal, donde veo a mil monstruos...
detalle Jesus martinez
EL DÍA QUE ME QUIERAS
EL DÍA QUE ME QUIERAS / un texto de Jesús Martínez ...A la semana de conocernos le canté “El Día que...
detalle zona el pez MELENDES CR
Zona de Recarga con Mauricio Meléndez (Costa Rica)
rē-ˈchärj / Zona de Recarga #7 Jueves 27 de agosto de 2020 Mauricio Meléndez (Costa Rica)
detalle DIAPHRAGMA CARLA BOOD
Carla Bod
41. / diaphragma / Carla Bod
detalle oscar
ÓSCAR ULISES FUENTES
6 textos de ÓSCAR ULISES FUENTES ...y aluciné la marea más alta del mundo...
detalle ARTICULO AMERICO
SOBRE ESPIGA ENTRE LOS DIENTES
SOBRE ESPIGA ENTRE LOS DIENTES Artículo de poeta Américo Ochoa sobre el más reciente libro del poeta...
detalle zona el pez eleonorcastillo (honduras)
Zona de Recarga con Eleonora Castillo (Honduras)
rē-ˈchärj / Zona de Recarga #6 Jueves 20 de agosto de 2020 Eleonora Castillo (Honduras).
detalle DIAPHRAGMA ANOBAL F psd
Aníbal Fernando Bonilla
CANTO SAGRADO / diaphragma / Aníbal Fernando Bonilla
detalle sara
Sara Montaño Escobar
6 textos de Sara Montaño / Ecuador ...Nos asesinan y disponen nuestros pubis como mandarinas que se...
detalle DIAPHRAGM Rocío Soria m
Rocío Soria R.
LA CONSULTA diaphragma / Rocío Soria