Artículo / Por: Aníbal Fernando Bonilla
Sonata en la orilla del mar
Sonata en la orilla del mar
Por: Aníbal Fernando Bonilla
Desde los brotes íntimos, Emilio Izquierdo (Latacunga, Ecuador, 1952) acomete su palabra profunda y bien fundada en Mar Antiguo (Botella al Mar, Uruguay, 2012); edición que se sumerge en el caudaloso devenir de la contemplación humana. Como “(…) pájaro malherido”, la poesía abre surcos y encuentra cauces de desahogo en el amplio y disperso río de las dudas existenciales. Y como dice Antonio Correa Losada: “el poeta se zambulle para encontrar el sonido primigenio de las cosas en el movimiento sinuoso de las mareas”.
Izquierdo declara su amor a “la huella / efímera” del mar. Es el suspiro nostálgico ante la lejanía del “país de la línea imaginaria”, y de las ciudades (Ginebra, Río, Valparaíso, México DF, Manhattan, Venecia, Oslo, Gijón) que se van de sus manos tras la partida. Es el recuerdo en tenue descripción y traslación de sucesos atrapados en la retina de lo indecible. Es la hondonada de múltiples geografías recorridas y océanos observados por el autor orgullosamente de origen andino, esto es, de páramo y montaña. Es el clamor del último mar: “Noche de pinos y madreselvas / de agua oscura / y cálido viento. // Mar antiguo, / que recorre frío / los cuerpos / de quienes ya tienen / el olor de la deportación. // Mar de los adioses, / último mar / te dejo / aunque no quiero”.
Hay una semblanza entre el símil y la alegoría de diversas miradas -culturales, históricas, geopolíticas, socioeconómicas, antropológicas- que cubren al hombre ante su entorno. Entonces, el pasado se funde con un presente vital exteriorizado por el poeta a través de sus vivencias, sentimientos y lecturas recurrentes. Es la naturaleza reflejada en los mares descubiertos que conciben ritmo propio; cadencia de la lluvia en el extravío de la noche “(…) / con el azul intenso / que la nieve regala al cielo”.
Emilio Izquierdo cultiva en su peregrinaje una poesía con tono melancólico que deriva en “El encuentro de la palabra, / el contrapunto, la luz, la armonía”, para lo cual confiesa: “Mis viajes tienen un solo sendero: / el azar”. A la par, se reviste de dolencias que desorientan el camino asignado. Y medita desde el caleidoscopio introspectivo: “Me siento en esta banca / frente al que hoy es río / y mañana será mar / para escuchar los rumores / perdidos de la memoria // En la ruptura del mar / con el dolor del agua / recuerdo la ciudad / de la inocencia muerta / espacio pendiente / para finiquitar los temas / postergados de la / herencia del padre”.
Los versos se plasman pulidamente desde el acantilado, desde las arenosas orillas, desde el rudo trajinar marinero. En la proa de la embarcación se esfuma el miedo mientras la plenitud del mar trasciende con sus olores, con sus misterios, con sus tesoros, con sus rocosas implicaciones. Como describe el poeta: “Hablo siempre del mar / que está aquí cerca, / en la imaginación, / que no evade el momento / de lanzar la vela al horizonte”. Y cuyo propósito intertextual con la muerte es estar juntos, ya que “no puede, quien amaba las olas / desear otro fin”, tal como anticipó José Hierro.
Mar Antiguo es una invocación a las aguas perennizadas con el tiempo / en el tiempo, por medio de poemas que circundan las piedras, la sal y la ventisca. Contiene música de Bach, Mozart, Britten, Miles Davis o Niel Young para los oídos perceptivos de quienes se apasionan por las olas incontenibles e interminables.
Mar Antiguo es la síntesis-ofrenda del largo viaje (¿sin retorno?) impuesto por el ser en los anchurosos designios de la vida.
Emilio Izquierdo
Latacunga, Ecuador, (1952). Es licenciado en Ciencias Políticas, abogado y doctor en Jurisprudencia por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Tiene varios diplomados en Derecho y Política Internacional. Como representante diplomático de carrera del Ecuador ha residido en Londres, Washington D.C., Nueva York, Roma, Montevideo y Ginebra. Es miembro del Grupo América. Ha publicado ensayos sobre derecho internacional humanitario, política exterior y derechos humanos. Su última obra titula La palidez cotidiana (2019).
Aníbal Fernando Bonilla
Otavalo, Ecuador, (1976) Máster en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana, y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR). Licenciado en Comunicación Social. Ha publicado, entre otros, los poemarios Gozo de madrugada (2014), Tránsito y fulgor del barro (2018), Íntimos fragmentos (2019), y la recopilación de artículos de opinión en Tesitura inacabada (2022). Finalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2018, y del III Premio Internacional de Poesía de Fuente Vaqueros 2023. Columnista de diario El Telégrafo entre 2010 y 2016. Actualmente es articulista de El Mercurio, de Cuenca, y colaborador en varias revistas digitales. Participante seleccionado en el Taller de Poesía Ciudad de Bogotá Los Impresentables (2022 y 2023). Ha sido invitado a eventos de carácter literario, cultural y político en España, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Cuba, Bolivia y Colombia, como el XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca (2012), el XIII Encuentro Internacional “Poetas y Narradores De las Dos Orillas” en Punta del Este (2014), el VI Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe en La Habana (2016), el III Encuentro Internacional de Poesía en la Ciudad de los Anillos en Santa Cruz de la Sierra (2016), o el XI Festival Iberoamericano de Poesía en Fusagasugá (2023).
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