Un ojo que raspa el fondo de la vergüenza
PIÉLAGO, un ojo que raspa el fondo de la vergüenza.
Según el diccionario de Oxford Languages, se conoce como piélago a una parte del mar que comprende el mismo en casi su totalidad, exceptuando las orillas y el fondo. Como si lo que se contiene en el misterio del agua, estuviera recubierto de un cascarón invisible pero palpable que todo lo guarda.
Hace unos días comencé a leer PIÉLAGO, de Fredy Tato Mejía, poeta a quien conozco y admiro desde hace algunos años. No sabría definir a ciencia cierta lo que este libro, en su aparente brevedad, ha ido desenterrando del pecho (aquí podría insertar la consabida metáfora del tesoro enterrado, en consonancia con el título del texto. No lo haré.). Lo que sí puedo asegurar, es que hay, en PIÉLAGO, un dolor que pervive a través del corpus y cuyos tonos y texturas, van variando en intensidad y profundidad a medida que se avanza por el mismo (podría aquí, también, insertar la metáfora de una barca pequeña, frágil y consternada que se desliza atravesando un embravecido mar que no cesa. Tampoco lo haré.).
La poesía de Fredy que he tenido la oportunidad de leer, siempre me ha dejado una sensación de desesperanza, una desazón que parece venir de ninguna parte pero que está ahí, esperando todo el tiempo el momento preciso de estirar cuello, músculos y mandíbulas para despedazarnos sin miramientos (aquí cabe la metáfora de la morena, esa enorme anguila -monstruo marino- predadora y traicionera. Tampoco voy a ponerla.); y PIÉLAGO no es la excepción (no se interprete esto como una sentencia del siemprelomismo. Todo lo contrario): No es, en lo mínimo, un libro que pueda leerse de un tirón sin levantarse de donde sea que uno haya estacionado su corporalidad para disfrutarlo (sí, también se disfruta el dolor cuando es tan bello). Es, repito, un libro que duele paso a paso y que quema con un fuego bajo, como si no se decidiera del todo a soltar el llanto (cabe aquí una analogía del mar y las lágrimas, que tampoco incluiré, por obvia.) y en esto consiste la contradicción con lo que define el Oxford Languages Dictionary: este Piélago que Tato se ha tomado el tiempo de regalarnos, no se contiene nunca en sus propios límites, sino que desborda a todas partes su fulgor, su furia y su herida.
Quede este breve texto como testimonio de lo dicho, ya que como sostiene el poeta casi al final del libro, en algún tiempo únicamente será el esqueleto de esta luz lo que perdure en la bruma.
Luis Enrike Moscoso
(Villaflores, Chiapas, México. 1984). Poeta, editor y artista visual. Ha impartido y recibido talleres de creación y apreciación visual y literaria. Ha publicado Matar Los Cuervos del Alma (independiente, 2012), Brujulario (Espantapájaros, 2013), Radiografía de un Crustáceo (Espantapájaros, 2018), Sinfonía de la Dislexia (Edición digital, 2020). Así mismo ha sido incluído en antologías en México, Guatemala, Honduras, España e India y parte de su trabajo ha sido traducido al inglés, francés y portugués. Además, ha colaborado en revistas en México, Centro y Sudamérica. Actualmente es miembro del taller literario de Óscar Oliva y del Colectivo Cultural Punto de Fuga.
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