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Poesía / El Salvador

Poesía

 
LA MAREA MÁS ALTA DEL MUNDO
 
Llegado el día
de la marea más alta del mundo,
beso a mordidas
la playa de los recuerdos.
 
Durante tres décadas,
imaginé nadar 
en estas aguas salvajes del presente.
En busca 
de la marea más alta del mundo,
hoy pondré a prueba mis músculos. 
 
La noche cuando nací
durante un gran huracán,
La partera, entre viento y lluvia
y tornado, me susurró al oído:
dijo que desconfiara de la luna
porque tenía el dominio 
           /de las masas de agua.
 
Y los días del calendario,
brotaron desde mis oídos
como granos
enredados en las espinas
               de aquellas palabras.
 
Mi cuerpo 
crecía muy rápido.
Mi consuelo para el sufrimiento 
de los pesares,
era que yo había encontrado
el lugar idóneo
para poner a prueba 
mis músculos.
 
Mientras esperaba 
el gran día
de la marea más alta del mundo,
yo practicaba
en las inundaciones, 
nadando con gran fuerza.
 
En mi obsesión
por la marea más alta del mundo,
todas las piedras 
que yo encontraba en el camino,
las arrojaba al mar;
yo mismo era la piedra 
                           /que arrojaba.
…Y aprendí 
a ser uno con las piedras.
 
Para cuando alcancé
la edad intrépida de la juventud,
comencé 
a gritarle al mar 
con gran estruendo, 
exigiéndole
la marea más alta del mundo;
 
y desde mi balcón en llamas, 
gritándole 
que de la vida sólo anhelaba, 
la marea más alta del mundo.
 
Vivía yo, 
oscuramente en ese grito,
hasta que un día,
sonámbulo en la madrugada, 
frente al retumbo 
del despliegue de una ola,
desperté
y aluciné la marea más alta 
                            /del mundo,
como hoy, que el estallido
de mis emociones
se ha convertido
en la marea más alta del mundo;
como hoy que el océano 
asoma con su flujo violento,
emergiendo 
desde un poro en mi frente.
 
Ya comienzo
a sentir más viento que sangre
en la arteria,
como una erupción volcánica
que me ocurre en los brazos,
y en las piernas.
 
Hoy es, hoy soy la marea
más alta del mundo.
 
 
YO, EL DESCONOCIDO
 
No me conocen.
Por las calles, ¿Quién se acuerda?
RAFAEL ALBERTI
 
¡Maldita sea!, les digo:
¡Si soy de aquí, señores!
Mis primeros pasos
están enterrados al otro lado
del cementerio municipal,
allí en el patio 
           /de una casa de adobe.
 
¿Cómo es que no me recuerdan,
si no hace ni tres años 
que me fui del pueblo?
 
Esta gente del registro municipal
no recuerda mi voz,
y cuando les hablo de tú a tú, 
buscan confrontarme
desde la saliva que se les escapa
de las manos; sacan la ponzoña
de sus propios ojos
y como espina me la tiran;
y escupen sus letanías 
de condenación, entre las flemas 
                             /de su rabia.
 
Se les cae la boca
por tanto hablarme a gritos.
 
Me declaran intruso. 
Me observan el rostro
como quien atiza la braza
en la ceniza del rencor,
me declaran impropio. 
 
¡Nadie me recuerda!
Yo pregunto:
¿Será que el calor  
me ha corroído tanto la cara
y a ellos la memoria?
…Porque todos me cuestionan:
—¿Dónde están
tus huellas dactilares? —, 
          /me preguntan siempre.
 
…Y yo nunca los olvidé.
Sé que por dentro
tienen los ojos hinchados,
y que sus venas 
son tan gruesas 
   /como del calibre de la envidia;
nunca olvidé 
que son hombres y mujeres
de piernas chuecas
y de estómagos pomposos
porque anidan la gula;
yo sé 
que jamás entendieron
ni de viajes, 
ni de estrellas fugaces. 
 
—¿! Y ese tu rostro borroso
con facciones deformes!? —,
                        / me gritan. 
 
… Pero yo sé, 
porque los conozco 
desde que éramos pequeños,
y si me pusiera a contarles
cómo atravesé el mar de fuego, 
no entenderían lo que hice
para no sucumbir 
en el intento.
 
—¿De dónde sacaste
ese ojo azul y el otro café? —, 
         /me preguntan siempre.
 
…Que por qué tanto fulgor 
en mi sonrisa o si no,
que de dónde 
mi acento forastero.
 
Yo, desde que tuve conciencia
del oxígeno camuflado 
que aquí se respira, 
mis abuelos 
compraron la fosa 
para mis tres metros lúgubres.
¡Si yo soy de aquí, señores!
 
Y entiendan lo siguiente:
cuando uno imagina
con gran fuerza
que se va de viaje a otras tierras, 
el acento
y los hábitos extranjeros,
le ensucian a uno
la masa cerebral;
el rostro de uno se convierte 
                /en mapamundi;
y a uno la sangre
se le convierte 
en aceite hidráulico universal;
el cuerpo a uno
se le convierte en cadena;
y así de repentino como sucede,
adopta uno
la forma de un puente
para caminar sobre sí mismo.
 
Cuando uno imagina
con gran fuerza
que se va de viaje, 
uno termina 
poniendo el pie
en la tierra del continente más remoto
que todos llevamos dentro.
 
 
MENTE Y CUERPO ANTE LA MUERTE
 
a Vladimir Amaya

a) Sentado al revés  
 
 
Desde anoche,
soy más famoso que el presidente.
Y para empezar el año
con broche de oro,
hoy soy primera plana 
                        /en el periódico.
 
Una multitud 
se asomó a la cuneta,
para reconocer
los agujeros de 9 milímetros
                    / en mi frente.
A saber quién fue
el que me disparó,
y ni pude vivir para contarla. 
 
Después del golpe 
en el concreto hasta el tragante,
imaginé ser el agente policial
que pretendía iluminarme
con su linterna, dentro del hoyo
donde caí en cuclillas.
 
Yo ya venía 
bañado en sangre,
huyendo 
de mi propio asesinato.
 
Me habían cortado
la yugular
en una esquina del parque.
Y todo mundo celebraba
los últimos cinco minutos 
                           /del año.
 
Ahora
reflexiono,
aquí sentado al revés:
frente a las altísimas puertas
del espacio estelar.
 
Yo sé por final este momento: 
yo existo
y soy como un pensamiento 
                            /a la deriva,
o soy
la oquedad de mi cráneo 
                          /agujereado,
pero existo,
aunque hay demasiada arena
en el engranaje 
   /de mis recuerdos aceitosos;
ahora soy 
uno con la carne, 
uno con el hueso, 
uno con la piedra.
 
Después de ser
el cadáver tirado en el parque,
y ser el hombre
que salió corriendo ya sin vida;
y después de sentir
que yo también era el policía 
                   /que me disparó,
porque pensó que usaba
su linterna,
para focalizar al occiso allí 
en el hoyo donde caí;
y después 
de escuchar
a mi amigo al otro lado 
del teléfono, respondiendo
mi propia llamada, porque 
el policía marcaba
usando el alta-voz de mi celular, 
para contarle 
lo de los balazos
en mi frente,
ya desde allí, yo me sentía fusionado
con una ráfaga
                de estrellas fugaces.
 
Desde que caí
al rebotar sobre la basura
en el hoyo,
desde que escuché el ruido
de la primera bala 
  /(que a saber quién disparó),
yo ya estaba acostado 
                 en la tierra de lo muerto.
 
 
TODO
 
Un día veremos hacia el mar 
y lo encontraremos como el lugar
 más indicado para vivir. 
Los que apenas se inicien 
en la sal de la vida,
  / no sabrán leer entre líneas
 lo que significa la marea. 
 
Muy asustados 
después de la reventazón, 
y nadando 
alrededor de su propio vómito, 
no sabrán cómo desarrollar 
la capacidad de sus brazos. 
 
Se tocarán el rostro 
desesperados, 
y sólo hasta que los muerda 
                       /un tiburón 
o se aferre a sus piernas 
algún pulpo, 
van a despertar para darse cuenta 
de que sus vidas transcurren 
en posponer y detener 
los látigos del despertador.
 
En ese mar transitorio 
de confusiones 
y alteraciones mentales, 
de mordida de tiburón 
y de apretón de pulpo, 
tendrán que aprender 
a tragarse su propia mierda. 
 
Sólo así entenderán
la sal del mar 
  /en revuelta con la vida. 
 
Sólo así reconocerán 
el cortocircuito epiléptico 
que destilan los ojos
de los seres humanos
            / muertos en vida
que un día se vieron siendo 
                    /Licenciados,
Abogados, Doctores, Negociantes, 
Ingenieros, Policías, 
Bomberos, pero que no sirvieron 
ni para llegar a ser 
            /Delincuentes de respeto, 
ya que, en una noche a la deriva, 
todo se les fue
             / por el drenaje del culo 
de un sólo trancazo.
 
 
BAÑOS DORADOS
 
Valeriana,
¿me condenaras, 
si con la mentira de un beso,
yo te arrancara la lengua,
en una mordida abrupta?
 
Estoy muy colgado
a tus aretes, Valeriana.
…Y todo por el ruido
de tus aguas en mi boca,
tu saliva
y el caldo del humo que destilas.
 
En todos mis poros
has derramado tu símbolo rojo. 
 
Son tus aguas doradas,
las que hacen sonar 
una piedra
que no termina de caer,
por la ruta de mi esófago;
tus aguas doradas
cayendo 
en mis dientes 
     /y el cielo en mi boca.
 
Alucino en mi oído
la explosión de tus gemidos
y tu silueta tocando la carpeta 
de mi tímpano.
 
En las redes 
         /de mis pensamientos,
se materializan tus ojos.
 
Y me causa inquietud 
si te alimentas bien.
Le ladro a mi perro 
   /el zumo de tus mordidas.
 
Sigo vivo porque
la esperanza 
de sentarme a tu lado,
es ruido eterno
como cascada en un paraíso.
 
Yo, cuando comía
de tu sexo,
era la hormiga
que come del seso del altísimo.
 
¿Ves que estoy comprometido
y muy colgado a tus aretes?
 
Seré tu animal 
de tres cabezas, 
tu esclavo enclenque encadenado.
Y seré tu pecho metálico,
tu inmortal corazón. 
 
 
YADA 
a Ronald González 
 
Al tocar mi corazón, 
las bestias del barrio
se tornan grises del pecho.
Como yo bebo el agua hirviendo, 
por eso odio mi voz,
y si los abrazo
ellos entumecen o se agrietan. 
 
Con ellos 
no es fácil chocar el cuerpo:
Son melancólicos y son azules
y dan asco.
Tienden a peinarse
como animal civil
y dan pena.
Se molestan si un viento
les desordena el peinado
y en general,
se lamentan a diario.
 
Yo que solamente odio mi voz,
observo sus cristales
desde el espejo de mi ático, 
pero no logro 
simpatizar con nadie.
 
Ellos no tenían idea
de lo común que es odiar la voz de uno,
y me conocieron de frente,
en plena lluvia de cabezas de tiburón.
Fue miserable el rostro que exhibieron.
 
Desde entonces,
algunos ya no quieren
salir al mundo.
Y uno de ellos
me ha dicho: 
   /“mejor no existir, ¿y para qué?,
mejor me mato; 
yo estoy congelado
por dentro de lo feo;
mejor me corto las venas, o mejor 
que me corten la cabeza”.
 
Yo les dije, 
Bestias de mi vecindario, les dije,
yo únicamente odio mi voz;
los quiero 
por ser mis hermanos perezosos.
La silueta de ustedes
ya luce hasta el tope, 
                  /como los basureros 
de la gran ciudad.
 
Son ustedes un mequetrefe
de plomo desplomado, les digo.
Los quiero. Por pedantes e imbéciles, 
yo los quiero, por derrotistas
y estar repletos de mierda 
                              /hasta las orejas,
yo los quiero,
si yo lo único que odio es mi voz.
 
Les digo: 
Si ustedes gustan, les digo,
cómanse el bote
del veneno para ratas,
y entre más pronto, mejor. 
 
Ellos 
son unos mamertos muy románticos, 
                                 /es lo que son.
Residen en las incubadoras
de las cantinas de la melancolía; 
se golpean el pecho con sangre,
perjuran pelo a pelo, 
que les duele la espalda,
que todo les duele noche a noche.
 
Ellos van y se acuestan
en la grama y miran al cielo
para invocar 
la mancha de murciélagos,
y no duermen…
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ÓSCAR ULISES FUENTES

Nació en Quezaltepeque, La Libertad, El Salvador, el 17 de marzo de 1988. Es licenciado en Educación con especialidad en Lenguaje y Literatura por la Universidad Pedagógica de El Salvador. Poeta. Fue miembro del «Taller literario Altazor», de la Universidad Francisco Gavidia; pero donde encontró las herramientas que necesitaba para darle comienzo al desarrollo de su lenguaje, fue en el violento «Grupo literario Tezcatlipoca». Con su obra «Caos», obtuvo Primer lugar en X Certamen de Poesía Ipso Facto 2020, convocado por Editorial EquiZZero. Obra publicada: Caos (poesía, Soyapango, 2021), y en su segunda edición por Pitoko Editores (San Salvador, 2024). Indiscriminadamente juntos (poesía plaquette, poemas escogidos) por Proyecto editorial La Chifurnia.

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