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Sobre Las arrugas de mi infancia, de Mónica Zepeda / POR: Ezequiel Carlos Campos

Distintas formas de ver el pasado.

Distintas formas de ver el pasado. Sobre Las arrugas de mi infancia, de Mónica Zepeda Un artículo de Ezequiel Carlos Campos
Distintas formas de ver el pasado.
Sobre Las arrugas de mi infancia, de Mónica Zepeda
Ezequiel Carlos Campos

Clac, clac. Palabra a palabra, tecleo a tecleo se forma la poesía de Mónica Zepeda (San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, 1987), como un cuentagotas que refleja los años, los días, los recuerdos que la poeta retoma para poder definir qué significa la infancia desde lo familiar, lo personal o literario, como un hurgamiento en la memoria. La infancia y la poesía siempre van de la mano, son dos hermanas rumbo al destino de su propio destino. Quizá estas dos no puedan entenderse sin ellas mismas, para poder comprenderse hay que vislumbrar la infancia para entender el poema. Entendiendo el poema, claro está, se afirma la infancia de quien escribe porque el poema es el espejo de la niñez.

            Sin embargo, en Las arrugas de mi infancia (El Pez Soluble, 2023) encontramos algo más que la biografía infante de la voz poética, hallamos particularidades de una vida común que se cuestiona sobre sí misma, buscando los cimientos que la ayudaron a ser quien es en el presente, y así distinguir aquel material recorrido en la memoria para hacerlo poema: “Pocas veces la fecha de caducidad está presente / en la etiqueta del pasado”. La infancia de la que Zepeda habla es el tránsito hacia su madurez. Cuestiones como qué nos trae aquí, a quiénes agradecer o pedir perdón por darnos la oportunidad de vivir son todo un proceso intimista que Zepeda, en retrospectiva, utiliza como búsqueda, autoconocimiento.  

            Este libro contiene dos apartados, “Rescoldos de la infancia” y “Las arrugas de mi infancia”, vistos a través de un caleidoscopio. En la primera parte tenemos la historia familiar, el nombrar al padre y a la madre, a la niña que fue la poeta, incluso a aquella que no es, pero que le antecedió y le continuará; también, en esta visualización múltiple encontramos algunas preguntas respecto al ahora, aquello que parece ser, pero quizá no es, o aquello que finge serlo y, al final del día, sí lo es, asimismo cuál de los ahoras es el que vivimos.

            Por su parte, en la segunda encontramos los problemas existenciales del ser, si somos otro o nos vemos siendo nosotros mismos, si el poema logra describir la existencia o es solamente una forma diferente de vernos a través del mismo caleidoscopio del pasado. Pareciera que en Las arrugas de mi infancia la voz poética se habla así misma, ya sea en primera, segunda o tercera persona del singular, como si ella fuera una sibila tratando de interpretar los cantos divinos de los dioses; aquí, este intento de desintegración verbal se dirige a una voz infante: a ella, a otra, quizá a su pasado, a sus recuerdos; quizá a nadie en particular y los poemas de este libro quedan en un limbo lingüístico que el lector atrapa en su lectura: “Dondequiera que venga y por doquiera que voy, / para llegar a mi hogar siempre me llevo conmigo: // me llevaré hasta en mi muerte, con todo y huesos, / por si aún me espera, con todo y vida, la eternidad”.

            El poema es un refugio para Mónica Zepeda, un espacio de sobrevivencia, ya que sus cuestionamientos filosóficos, como preguntas que se hacen los niños, serán el cobijo ante las trampas del mundo: “No supe en ese entonces ni sé hoy / en qué rincón de la palabra refugiarme”, y así tener la esperanza de revivir una mejor infancia propia o ajena hasta que podamos ver el fin del mundo, cuando ya no exista el poema.         

 

Mónica Zepeda, Las arrugas de mi infancia, 
El Pez Soluble (Colección Maremonstrum, 1), El Salvador, 2023, 90p.

 

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Ezequiel Carlos Campos

Fresnillo, Zacatecas, México, (1994). Ha publicado en distintos medios impresos y virtuales de México, Colombia, Ecuador, El Salvador, Chile, Argentina, Venezuela, Perú, España y Francia. Dirige la revista virtual El Guardatextos (www.elguardatextos.com). Es autor de los poemarios El beso aquel de la memoria, El Infierno no tiene demonios, El instante es perpetuo, Crónica del desagüe y Exilium. Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, italiano y otomí. Premio Estatal de la Juventud 2019 en la categoría de Talento Joven/Literatura.

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