Anatomía

Los torsos y nuestra fisiología.
La esquina de una pierna conjuga los deseos de la otra.
Abrirlas como si las mentiras no existieran.
Entrar y salir de los agujeros negros.
Sentipensante, sexipensante.
Dios de tu cuerpo, del mío, del nuestro,
fugaz y no la estrella,
sino la osadía,
el complemento…
de lo distinto,
de lo exacto,
de lo único,
de lo antinatural.

Amasarnos de químicas y malas palabras,
al unísono de esa canción que se inventa para fluir.
Es la oración de la anatomía.

Z-erógenas

Nuestras zonas de isleta son pedacitos sexuales
donde el mar intuye sus olas, sus corales, y sus miedos.

Es la excitación del agua,
el elemento de la desesperación en la hendidura del vacío.

Es tu profundidad y la mía,
palabras, caricias, palabras, caricias.

El poema que construye una espalda infinita
para adormecer,
para vetar la entrada de todos los espacios.

Tanto territorio fértil de nosotros.
Azulejo bien puesto,
diseñado de rombos en la fabricación,
como el amuleto de lo que será,
nuestro encuentro.

Pezones del mar

Mamífera, agua de sal.
Remolinos en su areola, ola, olas…
vagabundas, grandes y espontáneas.
Me nadas y te ahogas.
Última respiración.

Muslo en la cordillera

Recorro tus cordilleras en la altitud de mi deseo.
Muslo de anchura vegetación,
salvaje roce,
camino de árboles profundos,
es la estación final de mi orgasmo.

Cuello de estrella

Los besos se alargan como jirafas ingenuas.
Enloquezco.

Tu lengua es esa arrogancia que me hace gritar
sostenida a tu cuello.

Cintura de noches imposibles

Me rodeas como si fueras mi sistema solar.
El nudo es tan estrecho y feliz.
Tanta oscuridad deliciosa.

Oreja de azul penumbra

Silbo colibríes cerca de tu oído.
Me auxilia morderte.
Me cantas pájaros, placer del cielo,
canto como si la luz me naciera.